Hola amiga (os)
Cómo están.
Saben?, hace unos días, de esos en que alguien te sorprende con un mensaje de texto (lo cual siempre es agradable) y el contestar con un:
-¡Hola, cómo estás!- Se convirtió en una amena conversación.
Me compartió un poco de su pasado y sus sentimientos, entre ellos; un sentimiento muy grande: la pérdida de un ser querido.
Me habló de su amor y comentaba con mucha ternura sobre los recuerdos de su padre fallecido hace ya 2 años (Un gran y noble señor a quien tuve el gusto de conocer) Eso detonó mis sentimientos y comprendí su sentir, su dolor, su pesar.
Podía percibir en cada uno de sus textos, su sentir ante ésta situación, y el amor con el que tocaba el tema me hizo ver de algún modo, el gran cariño que le tenía a su padre. Y que aun le tiene a pesar del tiempo.
Mencionaba que aún no superaba su partida y lo mucho que le afectaba cuando los recuerdos lo traían de nuevo a su memoria. La atmósfera se tornó nostálgica mientras intercambiamos comentarios y hablábamos sobre lo doloroso del tema, entonces, en un intento por aminorar su nostalgia le planteaba éste mi breve sentir analítico en este sentido:
-¡Desde pequeños y por naturaleza, aprendemos a caminar; hablar, buenos modales, a leer y escribir entre otras cosas; siempre de la mano de nuestros padres. Todo lo esencial para ser una buena persona en este mundo. Lamentablemente nunca en la vida o desde nuestros ancestros, somos educados para enfrentar la pérdida de un ser querido y es por eso: creo yo, que nos afecta aun mas y nos duele en demasía!- finalizaba yo.
Y es verdad, el perder a alguien, llega a convertirse en un suplicio hasta cierto punto, pues de pronto la conciencia también toma partido en ello.
La pérdida física de alguien duele mucho pero a partir de ese día, todo se convierte en una especie de exorcismo, pues todos los recuerdos comienzan a torturarnos con todos esos momentos bellos o conflictivos golpeándonos, una y otra vez haciendo difícil el asimilar la separación. Lo viví con la pérdida de quién para mis hermanas, mis hermanos y para mí era un ángel: la pérdida de mi abuela, la persona que en parte fue mi guía y mi madre.
Fue un golpe muy fuerte, muy doloroso.
Los días que vinieron después de su fallecimiento, me golpearon tan fuerte que mi depresión me llevó al punto de buscarla en su casa abandonada, y en los lugares a los que la acompañaba.
Al llegar a esos sitios, inconscientemente la buscaba con la mirada pero volvía a la realidad y lloraba en silencio.
Me fue difícil asimilarlo. Pienso que eso creó un vínculo o algo así, era tal mi dolor que siempre aparecía consolándome en mis sueños: entonces recordé lo que me había dicho en algún momento y lo comprendí, fue entonces que comencé a cambiar de mentalidad y aceptar que ella se había marchado y ahora debía estar solo y poner en prácticalo que con ella aprendí.
Desde ese entonces, cada mañana, hacía una plegaria y pedía por su descanso y pronta recuperación de nosotros. No sé si esto era lo correcto, pero con el paso de los días sentía dolor y la extrañaba mucho pero también comprendí que eso era la vida; que así es como funciona: que nada es eterno y que todo principio tiene su fin.
Así fui asimilando su pérdida y sé que donde quiera que se encuentre, nos protege como cuando éramos tan solo unos niños.
-¡Hola, cómo estás!- Se convirtió en una amena conversación.
Si, hace unos días me encontraba trabajando cuando de pronto escuché la notificación de mi teléfono celular y al revisarlo, me percaté que tenía un mensaje en WhatsApp, al abrir dicha aplicación, me encontré con la sorpresa de que se trataba de una amiga que hacía tiempo no veía.
Entre el saludo y demás, iniciamos una conversación que abarcó, diferentes etapas de nuestras vidas; pasando por intercambio de ideas, y poco a poco abundamos más en nuestras vivencias, incluso compartimos fragmentos de nuestros recuerdos. Me habló de su amor y comentaba con mucha ternura sobre los recuerdos de su padre fallecido hace ya 2 años (Un gran y noble señor a quien tuve el gusto de conocer) Eso detonó mis sentimientos y comprendí su sentir, su dolor, su pesar.
Mencionaba que aún no superaba su partida y lo mucho que le afectaba cuando los recuerdos lo traían de nuevo a su memoria. La atmósfera se tornó nostálgica mientras intercambiamos comentarios y hablábamos sobre lo doloroso del tema, entonces, en un intento por aminorar su nostalgia le planteaba éste mi breve sentir analítico en este sentido:
-¡Desde pequeños y por naturaleza, aprendemos a caminar; hablar, buenos modales, a leer y escribir entre otras cosas; siempre de la mano de nuestros padres. Todo lo esencial para ser una buena persona en este mundo. Lamentablemente nunca en la vida o desde nuestros ancestros, somos educados para enfrentar la pérdida de un ser querido y es por eso: creo yo, que nos afecta aun mas y nos duele en demasía!- finalizaba yo.
Y es verdad, el perder a alguien, llega a convertirse en un suplicio hasta cierto punto, pues de pronto la conciencia también toma partido en ello.
La pérdida física de alguien duele mucho pero a partir de ese día, todo se convierte en una especie de exorcismo, pues todos los recuerdos comienzan a torturarnos con todos esos momentos bellos o conflictivos golpeándonos, una y otra vez haciendo difícil el asimilar la separación. Lo viví con la pérdida de quién para mis hermanas, mis hermanos y para mí era un ángel: la pérdida de mi abuela, la persona que en parte fue mi guía y mi madre.
Fue un golpe muy fuerte, muy doloroso.
Los días que vinieron después de su fallecimiento, me golpearon tan fuerte que mi depresión me llevó al punto de buscarla en su casa abandonada, y en los lugares a los que la acompañaba.
Me fue difícil asimilarlo. Pienso que eso creó un vínculo o algo así, era tal mi dolor que siempre aparecía consolándome en mis sueños: entonces recordé lo que me había dicho en algún momento y lo comprendí, fue entonces que comencé a cambiar de mentalidad y aceptar que ella se había marchado y ahora debía estar solo y poner en práctica
Así fui asimilando su pérdida y sé que donde quiera que se encuentre, nos protege como cuando éramos tan solo unos niños.
Y recordé algo que mi abuela (Que en paz descanse), durante una conversación cuyo tema era justamente el fallecimiento de un ser querido (pues unos años atrás mi abuelo había partido) decía:
-¡La mejor manera de que un ser querido descanse en paz, es dejarle en paz. Duele su partida, duele recordar cada una de sus acciones, sus palabras, caricias.. en fin, todo eso duele y es natural. También es natural que cada uno de nosotros en algún momento partirá y dejará aquí su legado, su esfuerzo y contra los designios de dios no podemos luchar u ocultarnos. Lo mejor que debemos hacer es honrar su memoria, sus palabras y las enseñanzas que nos obsequiaron, eso le hará feliz y se marchará con el señor con el alma llena de alegría. Si nos pasamos todo el tiempo lamentando, llorando o renegando los designios de la madre naturaleza, creamos un vinculo de dolor que no nos permitirá vivir en paz, ni al ser querido descansar en paz. Lo mejor que debemos hacer es: comprender que la naturaleza es así, que la vida es así. Ser felices con lo que nos han dejado en nuestros corazones y tratar de imitar todo lo bueno que ellos eran!-
Así transcurrió nuestra conversación, me agradó el hecho de poder compartir con mi amiga, algo que mi abuela me había enseñado. Ese es el aprendizaje que me dejó. Si, la extraño a pesar de que ha transcurrido ya mucho tiempo, pero siempre me refugio en esos momentos hermosos y miro al cielo y le digo:
¡Gracias por dejar algo de ti en mi corazón: Madre!
Es duro, pero quién dijo que la vida es fácil.
Es por eso que debemos actuar ahora para dejar nuestra marca, nuestro sello; que quienes en un futuro dejemos en este mundo, nos recuerde con cariño.
Hasta aquí el comentario del día de hoy. Si te gustó regálame un comentario y compártelo en tus redes. Como siempre, recibe un abrazo.
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