Como
en el pasado.
Como
las mañanas de antaño.
En
aquellos días magníficos y gloriosos.
Como
una remembranza brindada por la vida misma,
Hoy,
te vi de nuevo conversando con tus entrañables plantas.
Contemplaba
tus movimientos yendo de un lado a otro mientras tu canto, era coreado por los
pájaros que circundaban el patio que nuevamente sentía tus pasos.
El
sol y el aire fresco de la mañana, aun de invierno, acariciaban tu cabello rizado
y tus manos trabajadoras.
Quise
aproximarme y abrasarte.
Quise
decirte tantas cosas, pero no quise faltarle al respeto a esa perfecta armonía
que te cobijaban.
Esperaba
escuchar de tu dulce voz mi nombre, pero hablabas con el señor como es tu
costumbre.
Y
me mantuve apartado, me mantuve a mi distancia eterna.
Me
quedé ilusionado, estático, pues prefería contemplar tu imagen angelical.
Mamá…
hoy te vi.
No
estoy seguro de lo que fue, pero creo que es la forma en que mi mente grita que
aun te extraño.
Que
aún me duele tu ausencia.
Que
aún faltaban más cosas por vivir, más palabras que decirte.
Más
abrazos que quedaron pendientes para ti.
Mamá,
esa es la forma de decirte que te extraño.
Que
me hace falta tu canto, escuchar tus pasos por el patio.
Y
recorriendo tu hogar llenándolo de luz.
Ha
trascurrido un lustro en que viajaste con el señor y aun te siento aquí.
Pero
madre, seguro estoy que nos ves desde el paraíso, y sientes lo mismo y hablas
con el señor por nosotros, gracias madre.
¿Y
sabes?
Hoy
te vi, como lo que eres y fuiste.
Hoy
te escuché cantar con los pajarillos, te vi caminar y te veías igual de bella
que cada una de tus flores que lloran tu ausencia.
No
sé si es mi forma de decir que te extraño. Pero te extraño.
Que
el señor te bendiga, mamá.
Un homenaje a un ser especial.
A un ser cuya presencia y autoridad, el presente reclama,
pues falta orden en este mundo terrenal sin ella.
A una señora que si bien, no existieron lazos sanguíneos;
el amor, el respeto y el cariño, no necesitaron de ello.
Dios le bendiga.