El momento que cambia tu vida


Qué tal amigas / amigos.

Me da un gusto enorme saludarles en donde se encuentren leyendo este sencillo blog.

Bien amigos:

En estos días he reflexionado sobre diversas cosas.
Sobre diversas situaciones y sobre el resultado de algún evento, de cómo algo te deja marcado; de cómo algo te puede afectar anímicamente tanto para bien como puede dejarnos secuelas. No es para menos pues por lo regular, siempre esperamos cosas positivas y estamos predispuestos al resultado que normalmente provocan nuestra alegría, con todo esto, nuestra mente se distrae y estamos enfocados a conseguir más de aquello que nos mantenga felices para sentirnos seguros lo que tampoco está mal: sin embargo, cuando sucede todo lo contrario tendemos a deprimirnos y muchas de las veces nos estancamos en ello y convertimos todo eso en un círculo vicioso, literalmente caemos en un laberinto. Muy pocas personas tienen el valor de superar y sobreponerse a eventos hostiles y dramáticos y al hacer esto: creo yo, salen fortalecidos en mente, alma y espíritu. 

A veces es necesario enfrentar momentos difíciles y severamente complicados  para entender y apreciar todo lo que tenemos y lo que hay a nuestro alrededor: como dije antes, pocos somos los que encontramos ese algo que cambia la forma en que vemos la vida o nuestro entorno. 

En estos últimos días (para quienes leen este blog en otros países) En mi país: México, se suscitaron una serie de terremotos que devastaron Oaxaca, Chiapas y La Ciudad de México, en éste último; irónicamente justo el día de la conmemoración del terremoto del 19-Sep-1985, 32 años después. 

Tras el fuerte movimiento de 7.1 grados en la escala de Richter, desde el primer momento, la gente se volcó a ayudar en los edificios siniestrados: la reacción fue inmediata, para cuando pude ver las imágenes en televisión en cuanto se restableció la energía eléctrica y la señal de internet, me sorprendió ver a centenares de voluntarios removiendo escombros y hurgando en busca de personas atrapadas. Al mismo tiempo, había personas organizando puntos de acopio para captar víveres y ayudar a quienes ese día habían perdido sus viviendas y sus pertenencias en general: en muy poco tiempo en estos sitios ya había gran cantidad de todo tipo de comestible e incluso productos básicos para curaciones o primeros auxilios.
Todos contribuían con lo que podían para ayudar pues no sólo lo hacían para los afectado se la Ciudad de México, también lo hacían para los afectados en Oaxaca y Chiapas.
Sin duda esta catástrofe había activado de alguna forma los sentidos, los sentimientos, la mentalidad y el ímpetu de la gente que sin importar a quienes ayudaban; echaban mano de lo que tenían disponible y donaban, removían escombros; preparaban alimentos para quienes laboraban en los lugares siniestrados, dirigían el tráfico y levantaban la mano con el puño cerrado pidiendo silencio para poder escuchar al extraño que pudiera estar debajo de trozos de concreto.     
Todo mundo aportó lo que pudo:

-Los doctores improvisaron hospitales.

-Los albañiles aportaron su fuerza y conocimientos para remover lo que alguna vez fue un hogar feliz.

-También llegaron herramientas nuevas para apoyar a esas manos gracias a otras almas caritativas.

-Llegaron los cubre-bocas para protegerlos del polvo

-Las botellas de agua que no paraban de llegar.

-Las manos que se unieron en cadena: lo mismo para retirar los trozos de una casa en botes, al igual que para seleccionar los víveres.

Esos días, México vio trabajar a sus hijos codo con codo, sin distinción alguna.

Todos éramos hermanos, a todos nos dolía y todos llorábamos por la misma causa. Al mismo tiempo, dábamos lo mejor por levantar a nuestra ciudad.
También tratábamos de mitigar el temor que incluso nos invadía en lo mas profundo de nuestros sueños.

El día 19/Sep/17 todo se modificó. Nunca imaginé vivir algo así, sentir cómo la tierra mostraba su poderío destructivo: sólo una pequeña parte de su fuerza pero fue suficiente para evidenciar la fragilidad del ser humano y vulnerando los avances en la infraestructura y la construcción. El antes Distrito Federal ahora Ciudad de México #CDMX ya no es igual lo mismo que Oaxaca y Chiapas.  Miles de personas perdieron un hogar, un lugar de trabajo y hasta un familiar. Todo esto vino a modificar muchas cosas: desde la tranquilidad mental hasta la forma de ver a las personas.

Tal vez por la tecnología actual, cada uno de los casos se difundieron casi en tiempo real y fue así que vimos y conocimos el terror cuando la madre naturaleza  se manifiesta. Vimos grandes edificaciones moverse como si fuesen de cartón, algunos de ellos por supuesto colapsando. Personas corriendo tambaleantes, algunos incluso cayendo víctimas del violento movimiento.
Fue triste ver y escuchar el llanto de todas esas personas llenas de pánico.

Me impactó la forma en que todas las personas reaccionaron ante la tragedia, fue algo en verdad memorable.
Antes del 19S estas cosas sólo las había visto por televisión: Pero ese Martes 19 de Septiembre de 2017 mi percepción ante una situación así cambió por completo. Es obvio que el temor quedó sembrado en mis entrañas y creo yo que en gran parte de los que vivimos y padecimos este terremoto, sin  embargo también nos mostró ese rostro que parecía olvidado y perdido y eso reafirmó mi fe y mi amor por mi país: por mi gente, por mis hermanos.

El ver a cientos de ellos volcados en las calles con un sólo propósito: el de ayudar al herido, al caído. Ver a doctores que habían dejado sus lugares de trabajo atendiendo a los heridos en la calle.

Bicicletas y motocicletas corriendo de un lado a otro llevando a personal médico en los lugares siniestrados: Mujeres, hombres y niños donando lo que estaba en sus manos por aliviar el hambre y la sed de quienes esos días 19 y el 7 de Septiembre habían perdido todo.

Me mostró el lado humano de nuestras fuerzas armadas, de los rescatistas que trabajaron codo con codo con los binomios que también lucharon para mantener el equilibrio sobre los edificios colapsados, esos días Hombre y Perro eran uno solo apoyando a los ciudadanos con un sólo propósito: -¡salvar vidas!-.

Mostró también el coraje, el ímpetu y el valor de ese ser sublime: la MUJER, sí; esa mujer que sin dudarlo, tomó entre sus dulces y delicadas manos, un trozo de lo que alguna vez fue un hogar y que ahora aprisionaba con sus escombros a sus habitantes: removió escombros, formó parte de la cadena humana para hacer correr los botes llenos de cascajo.

Se involucraron en todo:  prepararon alimentos para los que trabajaban arduamente en los edificios siniestrados: era enternecedor verlas ofreciendo alimentos a esos desconocidos que trabajaban en los distintos puntos de la ciudad.
-Eran madres, eran solteras, amas de casa o profesionistas pero ahí estaban: -¡Benditas MUJERES!-.

Sin duda, la tragedia nos mostró ese rostro, ese lado humano donde no había distinción, no importaba a quién se ayudaba, el único objetivo era ayudar y salvar vidas.

Pienso en los días anteriores y posteriores a los terremotos.

Nos conmovió la desgracia de las personas y eso nos motivó a ayudar y de alguna forma: mostrar respeto a todos aquellos que trabajaron junto a nosotros. Incluso, muchas personas levantaron la voz contra aquellos que ocultos de tras de sus escritorios sólo daban cifras y cuya participación en el siniestro fue nula.

Las redes sociales también jugaron un papel importante al mostrar la noticia y también para que el pueblo levantara la voz contra esos funcionarios  públicos y políticos que no movían el dedo mientras el pueblo aún con sus pocos recursos: hacia donaciones y acudía a prestar ayuda en los diferentes sitios.

La desgracia sacó lo mejor de nosotros, nos unió, nos hizo mejores seres humanos creo yo y eso es algo que a partir de hoy no deberíamos de olvidar.
Que a partir de hoy al ver a ese soldado en la calle, a ese joven en el camión; a esa hermosa mujer: le mostremos respeto, pues ahora estoy convencido que ellos, darían todo su esfuerzo para ayudar llegado el momento, que lastimarían y ensuciarían sus manos para salvar una vida. 

Qué decir de esos enigmáticos animales: Los perros que también hicieron una gran labor: realmente espero y deseo que a partir de esto, se les respete y que antes de hacerle daño a estos ángeles de 4 patas mediten y piensen que incluso ellos, podrían salvarles la vida en determinado momento.

Hoy aprovecho este blog para agradecerles a todos y cada uno de mis hermanos. Gracias

Gracias:
-Señorita.
-Señora.
-Señor.
-Maestro Albañil
-Joven Tatuado
-Doctora - Doctor
-Soldado
-Bicicletero
-Motociclista
-A esos dulces Perros: gracias.

A todos: un millón de GRACIAS.

Dios les bendiga.

Dios Bendiga a México.



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En el momento de decir adiós.


Amigos, cómo están.

2004. Un año crucial en nuestras vidas.

Nos encontrábamos superando  una situación muy complicada, siendo honestos, para ese entonces; luchábamos por salir a flote después de un largo tiempo de desasosiego, de calamidades: de complejas y funestas situaciones que nos agobiaban a mi esposa y a mí.

Era una etapa muy dura en la que económicamente nos estaba yendo de lo peor. Recién había cambiado de empleo y luchaba con los gastos que durante tiempo se me acumularon por la mala paga de mi empleo anterior. Fue una etapa muy dura en la que todo un mundo de calamidades se habían conjugado en mi contra: Pésima paga, horarios duros, riesgos constantes de: cortaduras, quemaduras, en fin.. un empleo de alto riesgo que a su vez me acarreó diferentes problemas.

El nuevo empleo me daba la oportunidad para solventar algunas de mis deudas entre ellas, el alquiler de nuestra vivienda el cual se me acumuló por un tiempo, no había terminado de liquidar un mes de renta cuando ya tenía un mes más acumulado. Pero nuestra situación de cierto modo se establecía aunque con dificultades, aun así necesitábamos cambiar varias cosas, entre ellas, el lugar para vivir.


La situación con el arrendador se tornaba un tanto complicado cada vez más, después de varios años con él, tal parecía que aquel carácter bonachón solo era para captar clientes; todo se complicaba. Por fortuna, yo ya podía cubrir un poco más de aquellos gastos que se iban generando, pero para éste tipo no era suficiente y cada vez insistía en obtener más dinero de nosotros con diversos argumentos, entre ellos "la mejora del lugar", esto se hizo cada vez más insostenible por lo que buscamos otro lugar para vivir. Tardamos algunos días hasta que finalmente nos comentaron sobre una vivienda ubicada a unos minutos de ahí; era necesario y apremiante el cambiarnos de este lugar, entonces: fuimos a conocer la vivienda. Preocupados, asistimos y fuimos recibidos por una amable señora de unos 50 años: una señora que mostraba autoridad y carácter. Nos mostró el lugar, lo recorrimos y quedamos enamorados automáticamente de la vivienda. Pasamos al tema monetario, como ya mencioné, pasábamos por un momento económico muy complicado pero teníamos qué enfrentar la situación.
La noble señora nos decía el costo de la renta y demás pagos: nuestras vidas en ese momento pendían de un hilo pero era mejor hablar ya: 

-¡Gracias señora. Nos gusta el lugar, y sí queremos vivir aquí pero debo ser honesto con usted, estamos atravesando por una situación monetaria complicada, en este momento no contamos con los montos para cubrir lo de la renta y el depósito. Señora, denos la oportunidad de liquidarle todo esto cuando cobre mi sueldo el próximo día de pago. Tenga la seguridad que así será!-

La señora nos miró con el ceño fruncido: en ese silencio casi sepulcral yo ya maquinaba otra alternativa pues nos era vital cambiar de hogar.

-¡Tengo a otras personas,  que me liquidan todo y vendrán hoy a confirmarme y pues entiéndame que, es mi negocio y uno pues.. debe velar y cuidar de ello!- decía.

Nos miramos desilusionados aunque  ya tenia una propuesta en mente.

De pronto.

-¡Miren, creo que todos nos debemos ayudar en los momentos difíciles y pues bueno, como una ayuda les digo: pueden venirse en el momento que lo deseen, esperaré unos días para el pago, no pasa nada!- nos sorprendió

Le agradecimos la gran ayuda y la oportunidad, pues  nadie se expondría a una situación así sin importar la necesidad de otra persona. 
Desde ese momento todo tomaba un buen rumbo. 

Nuestras vidas cambiarían, y desde ese entonces, vivimos muy agradecidos. Por todo esto, mi esposa y yo la llamamos nuestro (Angel), pues nos brindó el apoyo en el momento que más lo necesitábamos y a partir de ese día, nuestras vidas paulatinamente lograron la estabilidad que necesitábamos.

Los días que vinieron después fue de armonía y calma. 

Con el paso de los años conocí a su familia: sus hijos, con quienes entablé una amistad (no muy apegada) pero si de respeto y afecto. Todo en armonía.

Después de varios años de vivir en este apacible lugar, nos enteramos que la noble señora había sufrido un percance: un infarto cerebral: lo supimos después, y era un milagro pues fue tratada de inmediato y no pasó a mayores la situación. Pasaron los días y la señora había perdido peso pues tras el incidente y tras realizarle estudios, también le detectaron diabetes. 

Con su fortaleza impresionante y los cuidados pertinentes, muy pronto se reincorporó a sus actividades diarias.
Pasaron varios años más. 
Con toda esa energía, todos los días y como toda señora de una época en la que el trabajo era una norma y aprendizaje, todas las mañanas muy temprano se encontraba en la cocina en los preparativos para el desayuno. En ocasiones cantando, siempre inyectando esa energía, ese ímpetu de la vida. Siempre vital, siempre atenta.

Los días en que había que pagar la renta, siempre nos recibía en su hogar: y esa visita de pago se convertía en horas de conversación amena que parecía no tener fin. 


La broma que le hacía al verla llegar del mercado los sábados:

-¡Oiga señora, espero que haya dejado algo para nuestras compras porque veo su carrito lleno de fruta, verduras y demás!- le decía.

-¡Uy señor... pues a ver qué alcanza porque.. pues sí me traje buena parte del mercado!- respondía sonriente.

Las veces que la veía salir apresurada por las mañanas:

-¿Ya se va señora?- le preguntaba.
-¡Ya señor, ya me voy al trabajo!- respondía.
-¡¡Cual trabajo señora, usted debería quedarse en casa: ya trabajó mucho toda su vida y ahora debe descansar!!- le decía reconociéndole el ímpetu que tenía.
-¡No señor. No puedo dejar de trabajar, así crecí y si dejo de trabajar me siento inútil: no hay nada como trabajar para relajarme y sentirme viva!- Me decía 

Todo eso sin duda es de respetarse y de aprender.

Todo eso llenaba de armonía el lugar.

De pronto en fin de año, en su viaje a algún estado del país para pasar unos días de vacaciones:

-¡Me voy, les encargo mi casita por favor, nos vemos en unos días!- decía y tras unas horas de esto; el lugar daba muestra de su ausencia, pues hacía falta su voz, su caminar; su canto, ese ir y venir.
A su regreso, en el lugar resurge de nuevo la vida.

Mayo:
Nuevamente sufre un nuevo percance, esta vez con más intensidad. Pasan los días y por fin vuelve a casa. Convaleciente pero con espíritu de lucha, intenta ponerse de pie retomando su paso aun con las complicaciones.

La casa siente su silencio.

Sus plantas: uno de sus tesoros, siente su ausencia pero aún florecen esperándola.

Los días transcurren y nuevamente sufre tres ataques más y aún así sigue luchando en el secreto de su hogar.

12/Septiembre: 

Finalmente esa voz, esos cantos ya no se volvieron a escuchar.

Esa energía dejó de fluir y contagiar.

Ese ser... nuestro ángel, culminó su visita a esta tierra.

Ese corazón noble, dejó de latir.

Le fuimos a despedir con el corazón en la mano y en los ojos, la muestra de lo mucho que nos dolía su partida. Ahí en su lecho, volvimos a darle las gracias por acogernos en el momento más álgido de nuestras vidas. Le agradecemos infinitamente y le deseamos el descanso eterno y que en donde quiera que se encuentre, seguirá en nuestros corazones ocupando un lugar muy importante.
Conservaremos todo el aprendizaje recibido, pues aprendimos el valor de ayudar, de apoyar: de ser compasivo.  

Vaya con el eterno: Descanse en paz nuestro ángel.
Y a su apreciable familia, todo nuestro afecto.
Descanse en paz querida Señora Berta. 


Hasta aquí un breve y sencillo HOMENAJE  a una Gran señora que me regaló su tiempo y su espacio en estos últimos años. 

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Crónicas de un sismo -19S- CDMX


19 de Septiembre.

Fecha en que se conmemora a las víctimas del terremoto de 1985 en el que perdieron la vida alrededor de 10,000 personas en los múltiples derrumbes.
En ese entonces, la tecnología era casi nula en el país. Toda la información que se obtenía era gracias a las imágenes en periódicos, proyecciones en la tv y en las diversas estaciones de radio que transmitían lo sucedido.

Todos mencionaban los lugares siniestrados, edificios con severos daños en su infraestructura, edificios que en ese entonces, eran íconos de la ciudad como lo era el Hotel Regis que se encontraba ubicado a un costado de la Alameda Central del entonces Distrito Federal; del mismo modo, informaban sobre el derrumbe del edificio principal de la creciente televisora TELEVISA.
En aquel entonces varios niños fallecieron por el derrumbe del Hospital Juárez donde habían nacido unos días antes y muchos de ellos rescatados de entre los escombros.

Todas estas historias siempre vienen a la mente en cada conmemoración y este día 19-Sep-17 aquello no pasada desapercibido.

Desde temprano inició todo el evento conmemorativo.
Se izó a media asta la Bandera de México en memoria de los caídos por el sismo  de entre 8.4 y 8.6 de ese fatídico 19 de Septiembre de 1985.

Más tarde, a las 11:00 se llevó a cabo un gran simulacro en la ciudad de México como una forma de prevención y concientización de cómo actuar en caso de sismo.

En punto de las 11:00am se activó la alerta sísmica, las oficinas y dependencias de gobierno iniciaron la evacuación de edificios para resguardarse en un lugar seguro. Todo esto tomando en cuenta que el movimiento telúrico llegaría entre 70 y 80 segundos a la ciudad dependiendo de dónde se haya originado: ya sea de las costas de Guerrero, Oaxaca, Michoacán o Chiapas en cuyos lugares fueron instalados los sensores o detectores sísmicos que transmiten la señal a la Ciudad de México, dando un espacio de tiempo para ponerse a salvo. Todo el protocolo se realizó en completo orden cumpliendo una vez más los eventos conmemorativos.

19-Sep/2017 13:00hrs

Mi oficina está ubicada a un lado de una avenida por lo que al circular los automóviles, se siente una ligera vibración.
A las 13:14 hrs pasó un camión haciendo vibrar la oficina: la vibración se mantuvo un poco más de lo normal. De pronto ese ligero movimiento se transformó en uno mayor que mecía mi escritorio de un lado a otro:

 -¡¡Está temblando!!- grité, y al decir esto me puse de pie para salir!!-

No creíamos que eso fuera cierto pues la Alerta Sísmica no se había activado.

En milésimas de segundos eso se tornó violento al grado en que no podía desplazarme por ese pequeño pasillo.

La chica de la oficina contigua salió apresurada hacia las escaleras, yo intentaba caminar por ese pasillo de 5 metros el cual se me hizo eterno recorrerlo, de pronto un estruendo, a este le siguieron la caída de las piezas que tenemos como prototipos de exhibidores que con el brutal movimiento comenzaron a desplomarse. Al oír todo eso, ya no pensaba en el pasillo pues mi vista se centró en los muros de la construcción y sólo esperaba en qué momento se partirían.  

Por fin pude llegar a las escaleras en el momento más intenso del movimiento telúrico: di alcance a mi compañera quien por un instante perdía el equilibrio por lo que mi reacción fue sujetarla antes que sufriera una terrible caída.

No pudimos avanzar más, en ese lugar pasamos esos largos segundos en tanto transcurría el terremoto.
Inmediatamente todas las señales telefónicas colapsaron al igual que la energía  eléctrica: tras recuperarme del terrible susto; finalmente pudimos salir a la calle, aún tembloroso, intenté comunicarme con mi esposa y familiares para saber en qué condiciones se encontraban, fue inútil; la señal de mi compañía celular era nula.

Tras el terrible movimiento, casi de forma inmediata muchas personas  salieron despavoridos en busca de sus hijos gritando:

-¡¡Mi niña(o)!!- con llanto en los ojos y corriendo hacia las escuelas.

-¡Mis hijos!- dijo Verónica tras recuperarse de la impresión que le causó la magnitud del movimiento telúrico.

Mis nervios estaban al 100, intenté comunicarme con mis seres queridos en múltiples ocasiones sin ningún resultado. Ingresé de nuevo a la oficina que por fortuna no sufrió daños e intenté comunicarme desde el teléfono fijo cuya señal era intermitente, pero fue inútil.
Mi angustia crecía cada vez más al ver a las personas correr.

Al no tener forma de comunicación decidí ir a casa.
Todo era un caos.
Calles saturadas, automovilistas ansiosos de llegar a sus destinos; personas caminando, unas llorando, otras intentando comunicarse y algunos hablando de lo sucedido.  Era imposible abordar un transporte: llámese autobús o taxi. Opté por caminar al periférico (Av. principal) con todo el calor y la distancia lo cual no me impidió mi avance pues mi prioridad era llegar. Después de 15 minutos arribé al periférico y las condiciones eran las mismas, la saturación llegó al punto de colapsar la circulación: era una fila interminable detenida totalmente en carriles centrales al igual que en los carriles laterales. Había una cantidad impresionante de personas esperando un autobús que ni siquiera figuraba a lo lejos. Mi necesidad en llegar era imperiosa. Por fortuna sonó la notificación de  mi teléfono celular, había recibido un WhatsApp, era un audio de mi esposa:

-Hola amor, esto se sintió horrible pero estamos bien: tú cómo estás-

La vida volvía a mí, fue un gran alivio escuchar a mi esposa y saber que se encontraba bien. Apresurado respondí el audio con una precaria señal mientras buscaba un transporte. Un mundo de gente esperando un transporte que no se vislumbraba por ningún lado. Por casualidad paré un taxi dentro de todo ese caos:

 -Voy a San Jerónimo-  Le dije al conductor a modo de consulta por si no podía llevarme en esa situación:
 -¡Con gusto, vámonos! confirmó el conductor.

En ese preciso instante pensé en la situación y el cómo desearía que alguien hiciera algo por mí en alguna situación difícil.

Abrí la puerta del taxi y sin dudarlo grité:

-¡¿Alguien va para San Jerónimo?!-

Varios voltearon a verme extrañados.

-¡¿Alguien va para San Jerónimo?!- grité de nuevo levantando la mano.

De entre la multitud alguien reaccionó: un caballero: un trabajador de la construcción.

-¿Vas a San Jerónimo?- preguntó a lo que contesté afirmativamente.

-¡Gracias yo también voy para allá!- recalcó y lo invité a abordar el automóvil.

Volví a gritar y entonces se acercó un hombre con bata blanca y portafolios: doctor de uno de los hospitales de aquel perímetro.

Alguien más reaccionó:

 -¡¡Yo también voy a San Jerónimo!!- era la voz de una dama quien al decir esto, corría hacia mí.

Abordamos los 4 y el taxista emprendió la carrera.

Por suerte el conductor comprendía la premura y tomó varios atajos para evitar todo el tráfico que en ese momento ya se había generado en todas las calles y avenidas de la Ciudad de México. En la intermitencia de la señal telefónica, sonó la notificación del Messenger: era mi hermana Raquel quien desde el extranjero quería cerciorase de mi estado.

En el trayecto el taxista tenía encendida la radio  y las noticias comenzaban a fluir, hablaban de incidentes menores como no fuera la caída de una barda o marquesina. El taxista apretaba el paso zigzagueando  entre los autos. La radio daba los pormenores conforme transcurría el tiempo y las noticias fluían: los radioescuchas escribían vía Twitter a la estación para preguntar al locutor sobre las afectaciones ocasionadas por el sismo:

-Mi madre trabaja en la tienda Wal-Mart de Coapa y corre el rumor de que se derrumbó- leía un Twett  de un radioescucha angustiado el locutor.

-No tenemos ninguna información sobre el tema pero en cuanto tengamos el reporte lo transmitimos- decía el conductor de la estación de radio.

Eso y algunos incidentes menores continuaban reportando.

Seguía incomunicado, la señal celular aún era nula.

Finalmente llegamos a las cercanías del estadio C. U. Para ese entonces el congestionamiento vial era un terrible caos, el tráfico era tal, que muchas personas optaron por caminar hacia sus destinos, entre ellos yo. La red de transporte era insuficiente, muchas personas pedían (ride) otras se colgaban como podían en los pocos espacios de los autobuses que aun circulaban y otras más avanzaban caminando. Como pude abordé el camión que por lo menos me dejaría unos minutos de casa, lo importante era llegar a como diera lugar.

Después de unos minutos arribé a la avenida principal sobre la cual me trasladé a pie y después de 15 minutos de la nueva caminata por fin estaba en casa.

Todo estaba bien por fortuna: abracé a mi mujer y también a mis chaparros: Muñeca y Koby mis perros, eran ya las 17:00hrs. 
Tras inspeccionar el inmueble y asegurarme de que todo estuviera bien, decidí tomar mis alimentos pues esa mañana no había desayunado y justo cuando saldría a comer se suscitó el terrible sismo.
Continuábamos sin energía eléctrica. Por todo esto y previendo que así trascurriría en las siguientes horas, conseguimos velas para alumbrarnos durante la noche: por fortuna y después de largas horas a las 8 de la noche finalmente se restablecía la luz eléctrica, entonces encendimos la TV y el dolor apareció. Los diversos noticieros daban detalles de lo sucedido hace algunas horas. 

Para ese entonces la señal de internet también se restablecía y en las redes sociales circulaban ya los videos del momento del terremoto; gritos, estruendos, gente corriendo asustada, postes de luz agitándose de un lado a otro; todo era terror, todo era miedo. 

En la TV hacían enlaces en directo de los lugares afectados. Volví a ver mis redes, entonces encontré el video de una chica que grababa mientras se alejaba para ponerse a salvo:

-¡¡Dios mío, dios mío: el edificio se está moviendo!!- decía y continuaba grabando.

-¡Dios mío, hay gente adentro!.. ¡¡que se salgan, por qué no se salen; dios mío, se partió la pared, por qué no se salen!!- Gritaba visiblemente alterada.

De pronto ante sus ojos, y los míos en mi teléfono celular: el edificio se vino abajo. La chica lloraba e imploraba. No pude con eso y se me salieron las lágrimas..  No sé si de temor, no sé si por las víctimas o por pensar en mi familia.

Tal vez lloraba de temor, no lo sé: simplemente volvía a mí el recuerdo de hace unas horas, nunca imaginé vivir algo así.

Los noticieros en la TV ya daban los pormenores:

-¡Hoy 19 de Septiembre a las 13:14:40 México es azotado por un fuerte sismo de 7.1 grados justo a 32 años del sismo que azoró al país el 19 de Septiembre de 1985!- recalcaban.

-¡Se derrumbó el Colegio Enrique Rébsamen sepultando niños y personal docente!- esa fue la noticia desgarradora acompañada de las imágenes que desde ese momento ya circulaban en las redes sociales mostrando la magnitud de la desgracia: mostraban también a las personas de las cercanías ayudando a salir a los pocos niños que no habían sido bloqueados por los escombros, llorando mientras sus rescatistas intentaban tranquilizarlos diciendo:

-¡Ya nene, tranquilo ya estas a salvo: tranquilo, tranquilo!- decía mientras tomaba en brazos al niño de aproximadamente 5 años quien lloraba visiblemente asustado.

Minuto a minuto se actualizaban los datos:

-Se derrumbó un edificio que funcionaba como fábrica de textiles dejando atrapados a cientos de trabajadores!- era la otra nota.

Y las imágenes continuaban circulando.

-¡Hasta el momento se contabilizan 25 fallecidos y centenares de heridos que han sido trasladados a los distintos hospitales de la Ciudad de México¡-

Actualizaban minuto a minuto.

Perdí el sueño.
Me sentía muy cansado y estresado pero muy: muy temeroso de las réplicas que en algunas veces son también de magnitudes similares.

De niño había vivido varios sismos, sólo que a campo abierto lo cual no me causaba ningún temor pues vivía en provincia.
Del terremoto de 1985 lo único que tengo de recuerdo es: la forma en que se sacudió la vieja choza y las súplicas de mi abuela durante el movimiento.
Pasado los años ya en la ciudad conocí lo sucedido en lo que era el Distrito Federal a través de la TV y las imágenes que publicaban en los periódicos en cada conmemoración de aquel fatídico día.

Nunca pensé en vivir algo así, nunca imaginé ver mi ciudad devastada pues tenía la idea que tras lo sucedido hace 32 años, los estándares de construcción habían mejorado y sobre todo: que nunca, nunca cruzó por mi mente el que se presentara un sismo de semejante magnitud nuevamente.

Lamento las vidas perdidas.
Lamento las pérdidas materiales y sólo ruego al cielo que nunca se vuelva a repetir algo como esto en mi país y en ningún lugar del mundo.

Dios bendiga a mis hermanos de México.

Dios bendiga a México.

Dios bendiga a la humanidad.

A esta fecha el numero de fallecidos asciende a 331.

Innumerables viviendas y edificios colapsados y dañados.

El sismo de 19 de Septiembre devastó la Ciudad de México, Puebla, Estado de México y Guerrero.
(Chiapas y Oaxaca ya padecían los estragos del sismo de 8.1 del 07-Sep-17)





Liga en el que puedes ver los videos del momento del sismo.

El momento del terremoto captado en video


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