En el momento de decir adiós.


Amigos, cómo están.

2004. Un año crucial en nuestras vidas.

Nos encontrábamos superando  una situación muy complicada, siendo honestos, para ese entonces; luchábamos por salir a flote después de un largo tiempo de desasosiego, de calamidades: de complejas y funestas situaciones que nos agobiaban a mi esposa y a mí.

Era una etapa muy dura en la que económicamente nos estaba yendo de lo peor. Recién había cambiado de empleo y luchaba con los gastos que durante tiempo se me acumularon por la mala paga de mi empleo anterior. Fue una etapa muy dura en la que todo un mundo de calamidades se habían conjugado en mi contra: Pésima paga, horarios duros, riesgos constantes de: cortaduras, quemaduras, en fin.. un empleo de alto riesgo que a su vez me acarreó diferentes problemas.

El nuevo empleo me daba la oportunidad para solventar algunas de mis deudas entre ellas, el alquiler de nuestra vivienda el cual se me acumuló por un tiempo, no había terminado de liquidar un mes de renta cuando ya tenía un mes más acumulado. Pero nuestra situación de cierto modo se establecía aunque con dificultades, aun así necesitábamos cambiar varias cosas, entre ellas, el lugar para vivir.


La situación con el arrendador se tornaba un tanto complicado cada vez más, después de varios años con él, tal parecía que aquel carácter bonachón solo era para captar clientes; todo se complicaba. Por fortuna, yo ya podía cubrir un poco más de aquellos gastos que se iban generando, pero para éste tipo no era suficiente y cada vez insistía en obtener más dinero de nosotros con diversos argumentos, entre ellos "la mejora del lugar", esto se hizo cada vez más insostenible por lo que buscamos otro lugar para vivir. Tardamos algunos días hasta que finalmente nos comentaron sobre una vivienda ubicada a unos minutos de ahí; era necesario y apremiante el cambiarnos de este lugar, entonces: fuimos a conocer la vivienda. Preocupados, asistimos y fuimos recibidos por una amable señora de unos 50 años: una señora que mostraba autoridad y carácter. Nos mostró el lugar, lo recorrimos y quedamos enamorados automáticamente de la vivienda. Pasamos al tema monetario, como ya mencioné, pasábamos por un momento económico muy complicado pero teníamos qué enfrentar la situación.
La noble señora nos decía el costo de la renta y demás pagos: nuestras vidas en ese momento pendían de un hilo pero era mejor hablar ya: 

-¡Gracias señora. Nos gusta el lugar, y sí queremos vivir aquí pero debo ser honesto con usted, estamos atravesando por una situación monetaria complicada, en este momento no contamos con los montos para cubrir lo de la renta y el depósito. Señora, denos la oportunidad de liquidarle todo esto cuando cobre mi sueldo el próximo día de pago. Tenga la seguridad que así será!-

La señora nos miró con el ceño fruncido: en ese silencio casi sepulcral yo ya maquinaba otra alternativa pues nos era vital cambiar de hogar.

-¡Tengo a otras personas,  que me liquidan todo y vendrán hoy a confirmarme y pues entiéndame que, es mi negocio y uno pues.. debe velar y cuidar de ello!- decía.

Nos miramos desilusionados aunque  ya tenia una propuesta en mente.

De pronto.

-¡Miren, creo que todos nos debemos ayudar en los momentos difíciles y pues bueno, como una ayuda les digo: pueden venirse en el momento que lo deseen, esperaré unos días para el pago, no pasa nada!- nos sorprendió

Le agradecimos la gran ayuda y la oportunidad, pues  nadie se expondría a una situación así sin importar la necesidad de otra persona. 
Desde ese momento todo tomaba un buen rumbo. 

Nuestras vidas cambiarían, y desde ese entonces, vivimos muy agradecidos. Por todo esto, mi esposa y yo la llamamos nuestro (Angel), pues nos brindó el apoyo en el momento que más lo necesitábamos y a partir de ese día, nuestras vidas paulatinamente lograron la estabilidad que necesitábamos.

Los días que vinieron después fue de armonía y calma. 

Con el paso de los años conocí a su familia: sus hijos, con quienes entablé una amistad (no muy apegada) pero si de respeto y afecto. Todo en armonía.

Después de varios años de vivir en este apacible lugar, nos enteramos que la noble señora había sufrido un percance: un infarto cerebral: lo supimos después, y era un milagro pues fue tratada de inmediato y no pasó a mayores la situación. Pasaron los días y la señora había perdido peso pues tras el incidente y tras realizarle estudios, también le detectaron diabetes. 

Con su fortaleza impresionante y los cuidados pertinentes, muy pronto se reincorporó a sus actividades diarias.
Pasaron varios años más. 
Con toda esa energía, todos los días y como toda señora de una época en la que el trabajo era una norma y aprendizaje, todas las mañanas muy temprano se encontraba en la cocina en los preparativos para el desayuno. En ocasiones cantando, siempre inyectando esa energía, ese ímpetu de la vida. Siempre vital, siempre atenta.

Los días en que había que pagar la renta, siempre nos recibía en su hogar: y esa visita de pago se convertía en horas de conversación amena que parecía no tener fin. 


La broma que le hacía al verla llegar del mercado los sábados:

-¡Oiga señora, espero que haya dejado algo para nuestras compras porque veo su carrito lleno de fruta, verduras y demás!- le decía.

-¡Uy señor... pues a ver qué alcanza porque.. pues sí me traje buena parte del mercado!- respondía sonriente.

Las veces que la veía salir apresurada por las mañanas:

-¿Ya se va señora?- le preguntaba.
-¡Ya señor, ya me voy al trabajo!- respondía.
-¡¡Cual trabajo señora, usted debería quedarse en casa: ya trabajó mucho toda su vida y ahora debe descansar!!- le decía reconociéndole el ímpetu que tenía.
-¡No señor. No puedo dejar de trabajar, así crecí y si dejo de trabajar me siento inútil: no hay nada como trabajar para relajarme y sentirme viva!- Me decía 

Todo eso sin duda es de respetarse y de aprender.

Todo eso llenaba de armonía el lugar.

De pronto en fin de año, en su viaje a algún estado del país para pasar unos días de vacaciones:

-¡Me voy, les encargo mi casita por favor, nos vemos en unos días!- decía y tras unas horas de esto; el lugar daba muestra de su ausencia, pues hacía falta su voz, su caminar; su canto, ese ir y venir.
A su regreso, en el lugar resurge de nuevo la vida.

Mayo:
Nuevamente sufre un nuevo percance, esta vez con más intensidad. Pasan los días y por fin vuelve a casa. Convaleciente pero con espíritu de lucha, intenta ponerse de pie retomando su paso aun con las complicaciones.

La casa siente su silencio.

Sus plantas: uno de sus tesoros, siente su ausencia pero aún florecen esperándola.

Los días transcurren y nuevamente sufre tres ataques más y aún así sigue luchando en el secreto de su hogar.

12/Septiembre: 

Finalmente esa voz, esos cantos ya no se volvieron a escuchar.

Esa energía dejó de fluir y contagiar.

Ese ser... nuestro ángel, culminó su visita a esta tierra.

Ese corazón noble, dejó de latir.

Le fuimos a despedir con el corazón en la mano y en los ojos, la muestra de lo mucho que nos dolía su partida. Ahí en su lecho, volvimos a darle las gracias por acogernos en el momento más álgido de nuestras vidas. Le agradecemos infinitamente y le deseamos el descanso eterno y que en donde quiera que se encuentre, seguirá en nuestros corazones ocupando un lugar muy importante.
Conservaremos todo el aprendizaje recibido, pues aprendimos el valor de ayudar, de apoyar: de ser compasivo.  

Vaya con el eterno: Descanse en paz nuestro ángel.
Y a su apreciable familia, todo nuestro afecto.
Descanse en paz querida Señora Berta. 


Hasta aquí un breve y sencillo HOMENAJE  a una Gran señora que me regaló su tiempo y su espacio en estos últimos años. 

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2 comentarios:

  1. Woooooo, que bonito relato para un ángel de ese tamaño, yo también tuve un ángel maravilloso y gracias a ese ángel tengo un techo donde vivir. Ya te contaré. Un abrazo. 😘🤜🐺🤛

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  2. Woooooo, que bonito relato, me llegó al corazón, yo también tuve un ángel que gracias a él, tengo un techo donde vivir. Ya te contaré. Un abrazo.😘🤜🐺🤛

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