Al final de mi Distancia


Al final de la distancia, en la frontera de los recuerdos y el olvido: donde convergen los caminos: el tuyo y el mío. 
Ahí donde habitan los sueños perdidos, los sueños rotos, los sueños que ni el tiempo sabe suprimir. 


Ahí en donde la luna hace el amor con el sol sin esperar un eclipse, y siempre; día a día, noche a noche su amor permanece intacto.

Ahí donde las nubes se acarician frenéticamente.

Ahí, si. Ahí al final de la distancia, en las aguas diáfanas de mi paz. 
De mi corazón inerte, del infinito tiempo.

Ahí, al final de la distancia estaré siempre luchando frenéticamente para existir.

Al final de la distancia estoy; atrás quedó el dolor, la angustia y el temor.

Al final de la distancia: vuelvo a nacer, a creer. A volar.

(Un fragmento para mi historia que ya se escribe.)

Una reflexión sobre el término de la vida sobre el final de nuestros tiempos y sobre lo que somos: sobre alguna separación o de una pérdida.
Simple y sencillo, alejado de una poesía pero apegado a la realidad.


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El amor de tu vida no existe.


Qué tal amigas y amigos, cómo están.

Me da mucho gusto saludarlos nuevamente con un nuevo blog y un tema con el que seguramente muchos de ustedes van a diferir conmigo. Pero de eso se trata esto, de conocer opiniones, así que entremos en materia.

Hace unos días, un viernes para ser mas exactos; tenía una reunión con la gente de una importante marca transnacional para tratar un tema de material para puntos de venta o P.O.P, que es a lo que se dedica la empresa para la que trabajo.

Tras concluir con la reunión y siendo la última cita del día, me dispuse a llevar a cabo algo que me agrada mucho. Suelo hacerlo en alguna oportunidad al término de una reunión o cuando mi trabajo me lo permite, y es: caminar y disfrutar del entorno, relajarme y pensar un poco al igual que captar una imagen con mi teléfono celular, pues soy un enamorado de la fotografía.

Mientras caminaba, y sin tener nada en específico en qué ocupar mi mente, un poco más adelante;  me encontré con una pareja discutiendo de un modo enérgico: brusco.
Se notaba que aquello llevaba un rato con ese fragor, pues el rostro de la dama mostraba un evidente rastro de llanto mientras continuaba con los reclamos manoteando. Eso me dio un motivo para poner a trabajar mi mente y me hizo pensar en ello, en ese justo momento en que eso llamado amor, se vierte en el fango del dolor, del mundo obscuro de una falta de atención y de una palpable ruptura.
Sentí pena y compasión por la chica pues con el tono con el que hacía el reclamo, pude escuchar y descubrir cual era el motivo o su estado. 

-¡Entiende. Lo nuestro se terminó y ahora quiero que me dejes en paz. Yo también te busqué cientos de veces pero tu tan pronto te viste libre, corriste al encuentro de otra persona, así que ahora soy yo quien no te quiere ver y por favor: déjame vivir mi vida en paz, ya no quiero saber nada de ti!-

Y se alejó aun con los ojos llenos de llanto. El hombre dio unos pasos pero se detuvo incrédulo e indeciso.

Eso me llevó a sumergirme en mis pensamientos y analizar esa situación, sobre todo porque yo no era ajeno a una situación así: también había pasado por algo similar unos meses atrás. Esa escena me hizo recordar todo ese trago amargo.

Unos años antes había vivido una gran relación amorosa que nació de una hermosa amistad de dos años de existencia.

Teníamos una relación muy limpia y muy unida lo cual me llevó a enamorarme de aquella hermosa mujer. Esto se hacia evidente día con día y una tarde decidí declararle mi amor y finalmente dimos el siguiente paso: nos hicimos novios y todo cambió.

Los meses siguientes fueron perfectos, en todo momento pensábamos en crear, en construir algo juntos. Nuestras conversaciones habían tomado un rumbo fructífero, lleno de muchos sueños y proyectos juntos: la amaba con todas mis fuerzas.
Pasado un año todo tomó un rumbo diferente.

Algo sucedía en nuestra relación. Todo marchaba bien sin embargo, factores que no estaban en nuestras manos poder controlar, terminó por dar fin a nuestra vida sentimental.

Dolió mucho.

Ambos hacíamos intentos por retomar pero pudo más las palabras externas y las malas influencias.

Ella cambió totalmente de parecer, todas sus acciones eran en contra mía y todo a partir de ahí para mí se volvió un tormento.
Mi mente se tornó oscuro. Mis días se tornaron grises. Guardaba la absurda esperanza de un reencuentro, de una oportunidad y a eso me aferré.. 

Bien. Esta historia es muy extensa y no tiene sentido abundar en ello.

Cuando en nuestras vidas se presenta una situación como ésta, por lo regular  nos sumergimos en la depresión lo cual nos lleva a realizar acciones que en su mayoría son un flagelo.
Perdemos la brújula, la sensatez e incluso el respeto a nosotros mismos.
La ruptura de una relación sentimental; nos arrastra a las fronteras de la locura y la mayoría de las veces, nos aferramos a ese algo que en ocasiones ya no tiene solución o un retorno, pero que aun así, vivimos con ese placebo mental de que tenemos la razón y que un regreso es inminente.

Perdemos todo sentido de la razón y sólo tenemos como enfoque, ese recuerdo que por obvias razones: forman parte del pasado pero obstinadamente mantenemos como presente golpeando nuestra frente una y otra vez  torturándonos y causándonos mucho dolor.
Existen personas incapaces de salir o de liberarse por sí solos y recurren a métodos extremos y se hunden cada vez más en su amargura.

Como les dije, viví una situación así. Les he contado solo un pequeño fragmento: y si, también me dejé llevar por el dolor, por la angustia y la desesperación de perder a alguien. 
Fue muy duro luchar contra todo, incluso contra el súbito cambio de ella. 
Busqué en varias ocasiones una oportunidad y alguna forma para convencerla de volver, pero terminé por convencerme que eso ya era totalmente imposible. Fue en ese momento en que el mundo de naipes que habíamos construido se vino abajo.
Todo cambió. En mi caso y como les había dicho antes; me sumergí en ese mundo de dolor, torturándome y flagelándome a cada momento trayendo aquél recuerdo a mi presente constantemente, haciendo pedazos mi alma.
No había un solo segundo en que no pensara en ella, en esos gratos momentos juntos; en el que todo era risas y proyecciones a futuro, en nuestros momentos de intimidad. 
Sabía que todo eso había muerto ya pero aún así, mi obstinación era tan grande  que me lanzaba constante mente a ese abismo.

Sumergido en todo esto, perdí todo sentido, ya nada me importaba. Por varios días dejé de ingerir alimentos, no me importaba mi trabajo y gracias a esto perdí algunos clientes potenciales por mi falta de atención y dedicación.

Descuidé todo de mí, incluso me refugiaba en el cigarro. Fumaba como si eso redimiera mi dolor.

No dormía algunas noches y sólo me perdía en mis pensamientos. En mis recuerdos. Mi imagen asemejaba a la de un muerto viviente. Quienes me conocen preguntaban sobre mi estado: yo sólo respondía con un: -¡Ja, estoy bien: es sólo que tengo mucho trabajo!- y disfrazaba aquello con una falsa sonrisa.

Pasaron varios meses de vivir así, mi peso corporal disminuyó drásticamente, perdí contacto con mis más allegados en ese entonces.
Las ideas oscuras comenzaron a llegar a mi mente, tuve espejismos sobre lo que yo podría hacer atentando contra mi vida. Tenía varios planes para ello, incluso en mis sueños aparecieron esas imágenes de mí agonizando y despertaba sobresaltado sudando frío sin poder volver a conciliar el sueño.
Después de varios meses así, vino a mi mente una pregunta que me hizo volver a mí y fue:

-¿Vale la pena sufrir de esta forma por alguien?-

Creo que no.
Entonces, mi mente se abrió nuevamente  al mundo.

Tomé de nuevo mi camino.
Asumí la parte que me corresponde de las culpas porque estoy convencido que eso es lo primero que debemos hacer para poder liberar y limpiar nuestro aura, nuestra mente y nuestra alma y poder dar el siguiente paso.
Asumí que aquello que viví en su momento fue dulce y tierno, pero fue sólo el momento: lo viví, lo disfruté: fui feliz, pero nada de eso era para mí y así lo etiqueté y lo sepulté en lo más profundo de mi pasado, porque aprendí que todos esos hermosos recuerdos son los que más daño me hacen y no quería sufrir más.

Aprendí también que aquello que todo mundo llama:

"El amor de mi vida"

No existe, no es algo latente, pues eso que llaman el amor de mi vida: es capaz de llevarte al borde de la locura incluso a la muerte. Para mi ese término no existe.

Yo amé con todas mis fuerzas, con todo lo que estuvo en mis manos, no sé si ella sintió lo mismo.. en fin.
Me di el tiempo hasta de arrepentirme de todo, de haber regalado mis mejores sueños, mis palabras más dulces y los mejores momentos que pude. Incluso me ausenté de los lugares y de las personas que frecuentaba antes de todo: porque sólo tenía la mente y el tiempo para ella. Y finalmente comprendí, que tal vez ese era mi destino, era algo que tenía qué sentir y vivir, equiparar la felicidad con la muerte. Sobreviví, renací y al mismo tiempo aprendí que no existe -El Amor de mi vida- como persona, sino como el amor que yo me brindo día con día, el respetarme.
Con el fin  de superar todo esto, me dediqué a escribir y a leer y me encontré con una frase que me dio un panorama de lo que viví:

Si sufres es por ti, si te sientes feliz es por ti, si te sientes dichoso es por ti. Nadie más es responsable de cómo te sientes, sólo tú y nadie más que tú. Tú eres el infierno y el cielo también!- Osho

También me encontré con esta frase.

-¡Siempre habrá gente que te lastime, así que lo que tienes qué hacer es seguir confiando, y sólo ser más cuidadoso en quién confías dos veces!-
(Gabriel García Márquez)

Así que retomé mi vida y ofrecí perdón por hacerme daño de esta forma tan ilógica, sepulté todo y dejé de arrepentirme pues quería volver a ser dueño de mi tiempo. 

El amor de tu vida no existe, no es como te lo pintan o lo imaginas: por si no lo sabes; también el amor nos puede matar si no tenemos los pies sobre la tierra.
El amor propio es el que siempre debe prevalecer. No le doy el poder a nadie, pues eso es crear a un monstruo que tarde o temprano se pondrá en contra mía, y me dará la sucia opción de tener a quien culpar, lejos de asumir mi responsabilidad y luchar por subsistir. 

Asumí mi error.

Asumí mi dolor.

Ahora estoy vivo.


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