Hola amigos, qué gusto saludarles una vez más.
Hoy les quiero contar sobre cómo creció mi amor por los animales.. pero muy en especial por los Lobos.
Mi familia de origen humilde y sencilla, era un tanto unida a pesar de las limitaciones que pudieran tener.
Mi madre y mi padre, hicieron lo posible por inculcarnos los valores y buenos modales e intentaron también estimular en nosotros, el amor y el respeto a nuestro entorno.
En aquel entonces vivíamos en lo que era el Distrito Federal, ahora, Ciudad de México. Yo era muy apegado a mi padre, quería aprender de su trabajo y de su personalidad.
-¡Quién de niño no quería ser como su padre!-
Fue así que de alguna forma, adopté el gusto por la música y en especial, de una parte de la colección de mi viejo.
Mi madre y mi padre siempre nos hablaron sobre respetar el entorno. Y así lo hacíamos. Aprendimos a respetar y a cuidar a la naturaleza y a los animales.
Aquí es donde surge la historia que quiero contarles hoy.
Desde niño, empezó mi amor por los lobos. Todo esto gracias al poema del Sr. Rubén Darío (Los Motivos del Lobo).
Para quienes lo han leído o escuchado, saben de lo que hablo. En fin.. El punto es, que en ese poema, conocí a un ser que se ha convertido en mi tótem. Desde ese entonces le rindo amor y admiración al Lobo.
Durante mi niñez y por causas de fuerza mayor, nos mudamos a vivir a un pueblo enclavado en la sierra de Oaxaca.
Un pueblo con tradición, con cánones y lineamientos implícitos en la educación de sus pobladores
Al fin me enfrentaba a la dulce naturaleza.
Armonía y necesidad se conjugaban como perfectos cómplices.
Con los años aprendí a convivir con ello, de alguna manera me iba mimetizando y adaptándome. Así empecé a conocer el valor de las cosas en aquel pueblo.
Con el paso de los años, conocí más de mi entorno.
Como dije antes: Necesidad y armonía, los perfectos cómplices. Y así era.
Había escasez de alimentos y de servicios básicos pero dentro de todo, había calma, tranquilidad.
Los pobladores (nativos) sabían cómo sobrellevar la situación. Muchos de ellos contaban con ganados y animales de corral: aquí deriva mi historia.
Era primavera. Época en que el impresionante calor; provocaba la sequía de riachuelos y algunos depósitos de agua, por lo que los animales salvajes debían migrar al lugar más cercano al vital líquido alejándose así, de su zona de cacería. Esto por regla natural, provocaba el hambre y los obligaba a buscar presas fáciles para saciar su hambre voraz.
En ese pueblo pequeño, corría la noticia de un chacal que saqueaba los corrales de corderos y cabras. Después el saqueo de gallineros el cual se hizo frecuente en uno de ellos.
En lo subsecuente, las visitas eran cada dos noches por lo que la propietaria decidió tomar medidas pues sus perros, no eran lo suficientemente fuertes para neutralizar a la bestia.
Uno de sus sobrinos, cauteloso, estratégicamente colocó una trampa en la cercanía del gallinero. El plan resultó efectivo.
Pasando la media noche se activaron los perros de una forma totalmente diferente. Era de ataque, de una lucha a muerte, un ataque brutal. Alrededor de cinco mestizos atacaban a una presa acorralada.
Al escuchar esto, los hombres de la casa salieron disparados armados con lámparas. Al llegar, no podían creer lo que tenían enfrente.
Calmaron a los perros, los alejaron, y entonces; por fin tenían enfrente a la bestia, un descomunal Coyote.
Con sólo un dedo atrapado en la cruel trampa, seguía defendiéndose e intentando liberarse, pero fue inútil. Sus captores le atestaron senda golpiza con palos, sólo así lograron neutralizar al ser hambriento.
Al día siguiente empezó a correr la noticia. Siendo éste un pueblo pequeño, la noticia se expandió en poco tiempo.
Lo que los pobladores hacían en casos como este, es: exhibir a la presa ante los habitantes del pueblo. Así comenzó el martirio del pobre animal.
Recorrieron desde muy temprano cada uno de los hogares para mostrar al chacal.
En esa ocasión, mi padre se encontraba en casa.
Esa tarde, mi padre y yo nos encontrábamos en la casa de uno de sus tíos, un señor que nació y creció bajo los cánones y designios de aquel lugar.
De pronto, en el apogeo de la conversación, percibimos en el horizonte, un grupo de personas aproximándose al lugar dónde nos encontrábamos.
Eran alrededor de ocho personas y una silueta muy baja, era lo que se percibía en esa cortina temblorosa trasparente que deja el ardiente calor en el suelo.
El señor, tenía un enorme perro, parecido a la raza labrador y el cual, al percibir el olor del desafortunado animal, activó su sentido de alerta y corrió hacia el enorme Coyote que asemejaba más a un gran Lobo.
El perro visiblemente alterado, se lanzó atacando al pobre animal que también se puso en guardia a pesar de llevar en el cuello, dos cuerdas que eran sujetadas por dos personas, uno en cada lado del Coyote. Aun así, éste se defendía, pues era mas grande que el perro que le atacaba.
Tuvieron qué atar al can. Sólo así, pudieron ingresar al patio con el prisionero.
Las personas le recriminaban al enorme Coyote todo el daño sufrido en los días pasados, éste se mantenía sobre sus cuatro patas, sólo con la cabeza agachada y con la lengua de fuera por el extenuante calor.
El animal se había situado justo frente a mi padre quien se encontraba sentado a escasos centímetros. Al parecer, se había creado una conexión pues Papá lo contemplaba y entonces dijo:
-¡¿Te das cuenta?!
-¡Si ya habías ganado, para qué volviste!
El animal parecía entender. Mantenía la cabeza agachada y sólo movió los ojos y contemplaba a quien le hablaba en ese momento.
-¿Acaso no te bastó lo que te llevaste?
-¿No había algún otro lugar a donde ir?
-¿No había más presas en tu hábitat?
-¡Mírate!
-¡Por qué volviste!
Decía mi padre.
Todos enmudecieron.
Yo me encontraba de pie junto a mi padre y pude ver los ojos del pobre animal mientras contemplaba a esa persona que le hablaba.
De pronto.. El Coyote, agotado y tembloroso, se aproximó y descansó su cabeza en el hombro derecho de mi padre. Se mantuvo así unos segundos, entonces, papá acarició su cuello diciéndole:
-Hermano, llega un momento de la vida en que todos tenemos qué pagar por nuestras culpas, lamentablemente hoy te ha tocado esta desventura.
Al decir esto se le llenaron los ojos de lágrimas al igual que los del Coyote.
-No podemos resarcir nuestras culpas y debemos pagar por ello.
Hermano, si tuviera los recursos, te compraría o compraría tu libertad, pero ambos sabemos que estos hombres; no lo van a permitir así que hermano, ve con dios, que yo no tengo nada qué perdonarte, pues lo que hiciste; lo hiciste por hambre, o porque tenías qué alimentar a los tuyos.
Segundos después, el animal se apartó, pareciera que había entendido y aceptado su destino.
Se pusieron en marcha y antes de alejarse, volteó y nos miró nuevamente, acto seguido, se perdieron en esos caminos polvorientos.
En ese momento, vino a mí un fragmento de tan sublime poema que es para mí, el momento cumbre de esa hermosa y triste historia.
-¡Y no era por hambre que iban a casar!-
Si, ninguna de esas personas pensó en algún daño colateral.
Este tipo de animales, por lo regular casan es su ambiente natural pero al verse limitados o por su grande necesidad de alimento, recurren a lo que se le podría llamar, Hurto, pero por necesidad. Por hambre.
El Lobo lo dijo muy bien refiriéndose a la maldad del ser humano.
-“¡Es
duro el invierno,
Y es
horrible el hambre!
En el
bosque helado no hallé qué comer;
y busqué
el ganado,
y en
veces comí ganado y pastor.
¿La
sangre?
Yo vi
más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puño;
o correr tras el jabalí,
el oso o
el ciervo; y a más de uno ví
mancharse
de sangre, herir, torturar,
de las
roncas trompas al sordo clamor,
a los
animales de Nuestro Señor.
¡Y no
era por hambre que iban a cazar!”
Así es cómo supe, que la humanidad no conoce la compasión.
Pensemos un poco en lo que le hacemos a nuestro entorno y a la madre naturaleza.
Y sobre todo, a los animales.
Antes de hacerle daño a ese ser que no sabe hablar, piensa en qué harías si se tratara de ti o de alguno de tus seres queridos.
Consciencia y sentido común. Nada más.
(FIN)
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