A los 17 años me fui de casa.
No es que me haya escapado o algo por el estilo, me refiero a que me fui a hacer mi vida: a enfrentar a la vida.
Viajé a la Ciudad de México básicamente a trabajar, pues es lo que se aprende en provincia, aunado a eso la necesidad imperiosa de hacer algo de dinero.
Si, la vida es dura y cruel, siempre lo he dicho, pero es benévola en el sentido de que nos pone infinidad de obstáculos en el camino con el propósito de prepararnos como seres humanos.
Después de terminar la primaria, ya no había nada qué hacer en aquel pueblo enclavado en la sierra de Oaxaca por lo que decidí migrar a la ciudad, no sin antes tener una larga charla con mi madre sobre el tema.
Llegué al DF de aquel entonces, no tenía dónde alojarme, por suerte conseguí un empleo en una miscelánea en donde por fortuna, me ofrecieron un espacio en su garage en donde no estaba muy cómodo pero era mejor que dormir en la calle.
Era bueno pues contaba con un techo, comida y agua caliente.
En un principio era un tanto complicado pues me encontraba lejos de mi familia y cuando vives con una familia totalmente diferente a la tuya; te llegas a sentir excluido, desplazado y solitario, pero asumí la realidad y haciendo a un lado todo aquello, continué trabajando sin problema.
Con el correr de los días me fui familiarizando más con el entorno y el empleo: me adentraba más en ese pequeño mundo de la venta. Batallaba mucho con mi timidez pero eso no me impedía continuar con mi labor.
Luego de algunos meses me fui integrando aún más con la familia, lo cual era bueno.
Esto resultó algo curioso; mi jefe tenía el mismo nombre que yo, su hijo igual: éramos tres tipos con el mismo nombre trabajando en el mismo lugar lo cual llevó que a mí me llamaran por mi apellido, al hijo por el nombre junto con el apellido de su señora madre y por último, el señor sólo era Adolfo.
Me estaba acostumbrando a todo eso: entre el complicado carácter de la señora y el fuerte pero benévolo carácter del señor Adolfo.
Con el patrón nunca tuve ningún problema; por el contrario, siempre tenía la disposición de ayudar, sobre todo por su negocio por lo que me orientaba en el servicio y la atención al cliente, fue así que día con día aprendía el arte del mercader.
Me gustaba mi trabajo pues me agradaba el estar en contacto con las personas.
Con el tiempo me hice amigo de Adolfo Jr. Eso de alguna forma contribuyó a que el señor nos dejara a cargo de la tienda largos periodos.
Cuando no nos encontrábamos al frente atendiendo al cliente, nos enfocábamos en organizar toda la mercancía en los diferentes anaqueles, les colocábamos los precios y los acomodamos de modo que el cliente siempre tuviera al alcance todo lo que necesitara. En la parte trasera del local organizábamos las botellas vacías de las diferentes marcas de refrescos y las acomodábamos en sus cajas para optimizar el cambio al momento de la adquisición del nuevo producto.
Como les decía: al acomodar la mercancía, es evidente que se generaba basura así que nosotros no desaprovechamos esta parte, juntábamos todo el cartón que era el empaque de las latas de verduras, salsas o detergente, luego de unos días y con suficiente material, hacíamos atados, mismos que con la ayuda de un diablito, llevábamos a un establecimiento de reciclaje para venderlo. El importe de la venta se incorporaba a las arcas de la tienda para la adquisición de nueva mercancía.
No estaba tan mal la estadía en ese lugar pero no dejaba de pensar en mi familia. Añoraba las conversaciones con mi padre y las tardes en mi pueblo junto a mi madre, mis hermanas y hermanos. El hecho de no tener con quien conversar o alguien que por lo menos me hiciera sentir todo eso que dejé atrás me deprimía.
Los fines de semana visitaba a mi tía, hermana de mi madre. Pasaba esos días con mis primas y primos, era como el plan familiar en los que disipaba mi nostalgia.
Los días lunes volvía de nuevo a mi trabajo y me encerraba otra nueva semana hasta que después de meses renuncié, pues el trabajar ahí, no me llevaría a nada más que a despachar y atender a los clientes y no pasaría de ahí, así que di las gracias y me retiré y a buscar otra opción de empleo.
(Fin)
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