El entorno que me enseñó el respeto


El entorno que me enseñó el respeto


Y el gran Lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre!

En el bosque helado no hallé qué comer; y busqué el ganado, y a veces comí ganado y pastor.

¿La Sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor.

Y no era por hambre, que iban a cazar. 

Dice el gran poema
“Los Motivos de Lobo"
Del señor (Rubén Darío). 

Un poema que me marcó desde niño. 
En un tiempo en que aún no habían los medios de comunicación e información como en la actualidad.

Tenía siete años cuando descubrí tan sublime poema y el gran personaje: El Lobo.

Unos años más tarde la suerte nos llevó a la provincia a mi familia y a mí. 
Un lugar enclavado en la sierra de Oaxaca. Muy lejos de las comodidades de la ciudad. 

Ahí aprendí a sobrevivir con todas las limitaciones. 

Ahí conocí a temprana edad, el hambre y la forma en que la misma naturaleza te brinda las oportunidades de aprender y construir a un buen ser humano.

Los nativos por consecuencia y por decirlo de alguna forma; nacieron y crecieron bajo la rudeza del lugar, y creo que desarrollaron una forma de supervivencia increíblemente poderosa, lo que les permitía continuar de manera normal sus vidas, sin las lamentaciones que yo experimenté, o lo que puede padecer un niño nacido y criado con las comodidades de una ciudad.

Mi familia no es acaudalada, pero mis padres se esforzaron mucho porque no nos faltara nada: teníamos para vestir y calzado, un techo (en alquiler) pero era cómodo, y lo importante: ¡teníamos alimentos disponibles en abundancia!
Todo esto quedó atrás al migrar a este lugar. Un pueblo en donde sus habitantes subsisten  únicamente con lo que la tierra o la naturaleza les brinda.

Esto no es para nada denigrante, por el contrario: es una forma de aprender a luchar, de vivir y crearte una visión o un carácter para el futuro.
Lamentablemente en tanto vives todo esto, duele y sufres y es en ese justo momento donde todos los cimientos de nuestra vida toman forma.

Con lo precario del lugar, el instinto de supervivencia comienza a desarrollarse sacando lo mejor de uno y marcando los parámetros. 

En este lugar, a pesar de todo; las personas viven y se conducen con relativa calma sabiéndose seguros de lo que han aprendido de sus ancestros. 
Es evidente que de alguna forma te debes adaptar a tu entorno y así lo hice. Me adapté y comencé mi lucha por la supervivencia, delante me esperaban varios años por lo que era mejor enfrentarse a la dura realidad del mejor modo.

Así día con día, mi físico se fue curtiendo con los elementos presentados por la madre naturaleza: calzar y vestir con lo disponible, eso de algún modo podían superarse. La alimentación sin duda alguna, tomaba el papel más importante en ese momento. 

Claro que la madre naturaleza nos dotaba de sus manjares para nuestra nutrición; pero todo eso era limitado. Puede que hubiese opciones para nuestra alimentación pero, todas las veces era de acuerdo a la temporada.
En tiempos de lluvia, la madre tierra nos brinda sus hierbas al igual que hongos y todo lo que de la siembra y la temporada de lluvia se pudiera aprovechar. Tras concluir ésta, venía entonces los estragos de la temporada de sequía. Éste también representa otra lucha. Tenía mucho que ver con un buen desempeño nuestro, y el haber aprovechado las lluvias para sembrar todo lo necesario y cultivar el alimento posible como legumbres y granos en su mayoría: maíz o trigo. 
No muchos corríamos con la suerte de contar con enormes terrenos de cultivo, y esto hacía aún más complicada la situación. 
Por supuesto que tenía qué buscar la forma de conseguir alimentos.

Comencé a discernir sobre toda esa situación, entre otras cosas.

Fue así donde aprendí el valor del entorno y de la naturaleza.

Con  el afán de llevar alimento a casa, ayudaba a los lugareños en sus trabajos como arreglar una cerca, trabajar la tierra.. en fin.. Mil y un oficios que tuve que aprender a realizar si pretendía comer.  

Fuera de los terrenos con los que los habitantes de este lugar contaban, también tenían ganado y animales de corral que servían como recurso en ciertos casos. 

Los animales jugaban un papel muy importante dentro de este núcleo y es por eso que también se le trata con el debido respeto.

Con el tiempo comprendí todo aquello.
Vi la importancia de cada uno de los elementos y cómo cada uno de ellos tiene su papel dentro del círculo. 
En determinado momento, comerciaban su ganado para conseguir efectivo, lo vital para sobrevivir en aquel alejado lugar. 

A pesar de ser un lugar pequeño, el respeto era uno de los preceptos más arraigados. 

Para sembrar  pedían permiso a la madre tierra y al mismo tiempo solicitaban la bondad y misericordia de Dios para la buena cosecha.
Era una costumbre que en alguna celebración religiosa, ofrecían a la tierra aguardiente o mezcal y una porción de comida como un tributo.

Sin duda, la tierra era muy importante igual que la naturaleza en sí.

Y aprendí de ello, creo que es algo que no necesariamente debe estar plasmado en un libro o manual para entenderlo o comprenderlo.

Mientras mis días transcurrían aprendía más, incluso a sobre vivir.

Fuera de todo, también algunos lugareños recurrían a la casería como un recurso alterno para mitigar la falta de alimentos, cazaban ciervos, un animal de buen tamaño que podía  alimentar a varias familias, esto requería un grupo de aproximadamente 4 o 5 personas. Me uní a ellos en algunas ocasiones, no sé si fue bueno o malo pero nunca tuve la suerte de conseguir uno de esos nobles animales. 

¡Olvidaba la parte esencial de esta última narración!

En las veces en que acompañé a estos señores a la cacería, presencié algo que llamó mi atención por la solemnidad con la que lo realizaban. Era una especie de oración y ofrenda.

Al aproximarnos a la orilla de la espesura del monte, en algún claro, los hombre solicitaban permiso e indulgencia a la naturaleza.

Era algo así:

¡Señor, padre nuestro!

¡Madre naturaleza!

Henos aquí tus hijos; que con respeto,
acudimos a ti pidiendo tu indulgencia y tu benevolencia.

Madre, Padre: 
acudimos a ti y a tu bendita misericordia para poder llevar alimento a nuestros hogares.

Bendícenos con tu abundancia y perdónanos si hoy se extingue una vida por alimentarnos.

¡Bendita seas Madre Naturaleza!

¡Bendito seas Padre todopoderoso!

Te damos gracias porque comprendemos tu dolor al perder a una de tus criaturas por alimentarnos.

Por ello y por todo, con el alma te decimos: 

Gracias Señor. 
Gracias Madre. 

Mientras esto culmina, los señores vertían pulque o aguardiente hacia los cuatro puntos cardinales como agradecimiento. 
Después de esto, emprendíamos la marcha a la espesura del monte. 

Como dije, en ninguna de las veces en que les acompañé corrimos con la suerte de conseguir a la presa principal, como no fueran conejos o palomas, de cualquier forma, el botín era bueno.

Quienes contaban con animales de corral como cabras o borregos, hacían lo suyo en el momento de realizar la venta de algunos de sus ejemplares. También hablaban con la madre naturaleza y a los dioses que para ellos era el dios de los animales como San Isidro Labrador o San Francisco de Asís, también era con el fin de solicitar  el permiso y de despedirse de su animal.

Sucedía lo mismo con los animales de trabajo como los novillos, vacas o los burros. Les tenían mucho respeto por el simple hecho de ser su gran apoyo para el trabajo en el campo y también un capital sin ser moneda. 

Qué decir de los hermosos Perros: grandes guardianes que protegían todo, desde sus amos así como sus bienes e incluso al ganado, siempre fieles, siempre alertas ante todo. 
Perros Mestizos o Criollos (si es que existe el término) todos eran parte del núcleo familiar.  

Con todo esto, aprendí el valor y el respeto a la naturaleza y los animales, como lo dije antes, tuve hambre y recurrí a la cacería para mitigar aquello y para poder alimentar a mi familia: no era siempre el ir de cacería pues también cultivamos granos y algunas hierbas que la madre tierra nos proveía. 
Pero fue ahí en donde aprendí a respetar a los animales, a las personas y a la madre naturaleza: lo aprendí de mis padres, de mis abuelos que incluso tenían la capacidad de acertar los días en que las lluvias llegarían y preparaban la tierra para la siembra, solamente guiados por el sol, la luna y las estrellas. 

Así que amigos, hoy en día me duele ver el maltrato a los animales, el daño al ecosistema y veo que esto empeora.

Con tristeza veo cómo los árboles son asesinados sólo por la codicia y la inconsciencia.

Veo con el corazón roto a los animales morir injustamente por la negligencia del poder y la falta de educación para protegerlos.
La falta de educación a los menores o incluso de los mayores en el cuidado y protección incluso de un indefenso Perro. 

Lamento mucho esto, por eso es que éste fragmento de mi poema favorito lo define muy bien y espero que algún día todo esto cambie y todo mejore.

Habla lobo...  

Y el gran lobo, humilde: 
¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre!
En el bosque helado no hallé qué comer; 
y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, 
llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; 
y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.

Y no era por hambre, que iban a cazar.



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2 comentarios:

  1. Que relato, me enchino la piel, y que hermosa oración para pedir permiso para tomar la vida de los animales y pudieran comer, gracias por compartir tus vivencias, un abrazo Lobo 😘 que

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