Qué tal amigas y amigos, cómo están.
Saludándoles de nueva cuenta.
Quiero empezar este blog con 2 preguntas:
¿Alguno de ustedes tiene mascota?
¿Cómo llegó a ustedes?
Bien, en esta ocasión les quiero platicar sobre "Galleta" nuestra gatita.
Vivimos en una casa de alquiler. Por obvias razones, no podíamos tener mascotas aunque ya teníamos a muñeca nuestra hermosa Beagle.
No era tan extraño el caso pues la señora del alquiler contaba con un Alaska: en fin.. muy amante de los animales no es, en resumidas cuentas.
No era tan extraño el caso pues la señora del alquiler contaba con un Alaska: en fin.. muy amante de los animales no es, en resumidas cuentas.
En ese entonces únicamente eran muñeca y su perro que después de algunos años feneció pues la edad inevitablemente lo había alcanzado. Después de esto y por lo que nosotros sabíamos, su prioridad no era tener otro perro o alguna otra mascota por la simple razón: no tenía la paciencia ni un cariño nato hacia los animales. Respetable: de cualquier manera.
La vida es así: impredecible, nunca sabes con qué te va a sorprender.
Hace aproximadamente cinco años, una de sus nietas; (como todo niño) una buena tarde, llegó a casa con una linda gatita: la había llevado de contrabando; nadie se había enterado hasta que a la mañana siguiente escuchamos los chillidos y salimos al patio a investigar. La descubrimos oculta detrás de unas masetas, era una gatita de unos dos meses aproximadamente. Al ser descubierto el felino, la niña admitió que se la habían regalado la tarde anterior: esto no fue del agrado de su abuela quien sentenció:
-¡Tienes una semana para que se adapte, de lo contrario, la vas a devolver!-
Eso no sonó tan mal. De alguna forma la señora buscaba concientizar a su nieta sobre la responsabilidad que implica tener una mascota.
Pasaron los días. Aquella bolita de pelos comenzaba a explorar el lugar adaptándose, lejos de su madre y con la necesidad imperiosa de alimentarse: paseaba por el patio buscando una fuente de alimento lo cual la llevaba a maullar sin parar, incluso a adentrarse en las habitaciones de la señora. Esto dio inicio a la molestia y su furia, arremetía contra ese ser indefenso: gritaba y la asustaba para ahuyentarla. La minina sólo la miraba sin saber el porqué de su reacción; se alejaba para ponerse a salvo y al estar a una distancia prudente, se sentaba mientras maullaba mirando a ese personaje.
El inocente animal no sabía lo que sucedía hasta que como respuesta recibía una salpicada de agua y entonces huía a ocultarse sin aún recibir algo que le calmara el hambre.
Sentíamos tristeza por la situación de la gatita pues al vernos, se aproximaba buscando algo de comida y a cambio sólo le dábamos una caricia.
Un buen día algo detonó el destino del pequeño felino. Transcurría la mañana del sábado, la señora solía barrer el patio y arreglar sus plantas, de pronto se escucharon sus berridos:
-¡Maldito animal asqueroso, por qué te cagas en mis macetas: vas a ver gato cochino!-
-¡Levántate y limpia toda la porquería de tu cochino gato si no quieres que lo eche a la calle!- decía furiosa.
Evidentemente la niña caprichosa no daba muestras de interés por el gato; aunque he de decirlo, ella no era del todo culpable, el problema radicaba en sus mayores pues le permitían todo y nunca la concientizaban sobre la responsabilidad de tener una mascota: por el contrario, solapaban cada una de sus ocurrencias.
En esta ocasión no era diferente.
Pasaron los días y la niña se desentendió del gato quien deambulaba por el patio, por momentos en silencio, pero cuando sentía la necesidad de alimentos, comenzaba su tormento.
Mi esposa y yo tratábamos de alguna forma mitigar su hambre dándole trocitos de jamón lo cual aminoraba sus ansias, a esto lo acompañábamos con caricias que al parecer surtían efecto.
Un día al llegar del trabajo, no vi a la gata en el patio pero escuchaba sus chillidos en la parte superior del lugar donde vivimos; pregunté por ella:
-¡Está arriba, la señora lo amarró!- dijo mi esposa.
Eso me enfureció, cómo puedes amarrar a un gato, quizás un perro puede permanecer amarrado y aun así tampoco estoy de acuerdo en ello pero: ¿amarrar a un gato? a quién se le ocurre.
Subí y descubrí al angelito sentado con una cuerda en el cuello, al verme comenzó con los maullidos que sonaban a súplica: me miraba y estiraba sus patitas delanteras como implorando salvación; sentí mucho coraje al verlo vulnerable ante semejante trato y la tonta aberración. Por suerte la señora se encontraba en casa, no la enfrenté pues no quería provocarle un disgusto, acudí a ella a modo de consulta:
-¿Oiga señora, va a mantener amarrado al gatito?- le dije.
-¡Si señor, es que es un animal muy cochino: se caga en mis plantas; se orina en todos lados y se la pasa chillando todo el tiempo. Ya le dije a mi nieta que lo regrese o lo voy a echar a la calle, no me gusta que traiga animales pero, me prometió que se haría cargo y no le hace caso!- argumentaba.
En ese momento llegó mi esposa quien también estaba en contra del maltrato de este pobre ser.
-¡Yo la entiendo señora pero pues debieron decirle eso a su nieta antes de traer al pobre animalito, el gatito qué culpa tiene de que aquí lo traten mal!- reforzaba el reclamo con la señora.
-¡Los animales entienden señora y saben qué hacer si se les pone atención y créame que estaría muy mal si la manda a la calle o la tiene así amarrada!- intentaba hacerla reaccionar yo.
-¡No, ahí que se quede porque ensucia mis plantas y me da asco estar limpiando!- decía la dama.
Ya no quisimos discutir pues no queríamos que la persona tomara represalias contra nosotros así que, si ese era el problema: que el gato hacía sus necesidades fisiológicas en donde no debía, ahí era donde debíamos trabajar si queríamos ayudarlo.
Esa misma tarde salimos en busca de un arenero y por su puesto: arena, y lo acondicionamos para que la gatita cambiara de lugar: al principio no entendía para qué servía todo eso, se sentaba a contemplar el artefacto; no sabíamos cómo guiarlo o hacer que le diera uso a su arenero, entonces corté algunas hojas de las plantas donde solía defecar y las coloqué dentro del arenero. Increíblemente eso funcionó, el pequeño minino olió las hojas y finalmente se trepó: con sus patitas delanteras hizo una especie de pozo y ahí depositó sus desechos.
Suena increíble pero los animales comprenden y sienten el trato que les damos.
Una vez superada esta prueba, nuevamente acudimos con la señora para demostrarle que la culpa no es de los animales sino de nosotros los humanos que no los sabemos guiar. Que hace falta paciencia y respeto hacia ellos.
Como una contribución a la causa, les regalamos el recipiente para que la gatita no hiciera de la suyas en las masetas de la abuela, le pedimos que la propietaria en este caso: su nieta, únicamente se encargara de limpiar a diario la arena lo cual solo quedo en promesa pues hizo caso omiso a ello.
Creo que todo esto de alguna forma creó un lazo entre la gatita y nosotros,.
Por las tarde se sentaba en nuestra puerta y se pasaba un buen tiempo ahí hasta que le dábamos algo de comer y se alejaba; nadie de ellos le daba importancia al pobre animal, deambulaba en el lugar y la niña sólo la tomaba para juguetear con ella y nada mas, mi esposa al ver la indiferencia de estas personas hacia Galleta: como la nombraron. limpiaba todos los días el arenero con el fin de que la gata no volviera a ensuciar.
Pero después de este episodio las cosas volvían a empeorar, el animalito quedó a la deriva, nadie la alimentaba por lo que maullaba en todo momento yendo de un lado a otro provocando la furia de la señora nuevamente.
Una ocasión, por el hambre que tenía, la pobre gata se introdujo en la casa en busca de comida: ¡No lo hubiera hecho! la señora arremetió con ira contra ella gritando improperios tratando de golpearla, la bola de pelos con su agilidad corrió, trepó como pudo y se alejó de ahí. No podíamos permanecer indolentes ante semejante acto.
¡Mi esposa al percatarse de esto salió y afrontó la situación!:
-¡Señora, perdóneme pero está muy mal lo que le están haciendo a la gatita!- dijo.
-¡Ay, cochino animal, se metió a la casa y se la pasa maullando en todo momento: ya estoy harta de ella, le voy a pedir al barrendero que se la lleve y la deje en algún lugar, ya estoy harta porque mi nieta también ya se desentendió de ella y no quiero mas animales aquí!- argumentaba visiblemente alterada la señora.
-¡Señora, galleta no tiene la culpa de que se le trate de esa forma tan cruel, no se me hace justo sacarla de su hogar para traerla y luego echarla a la calle: no es justo!- decía mi esposa.
-¡Le propongo algo y perdón por lo que le voy a decir. Yo me voy a hacer cargo de la pobre gatita porque no es justo que la traten de esa forma; pero solo quiero pedirle un favor. Oriente a su nieta, edúquela, dígale que un animal es una gran responsabilidad, que no son juguetes que se puedan votar para cuando se aburra de ellos: y no permita que haga algo como esto otra vez!- finalizó.
Por la tarde, al llegar a casa mi esposa me dice:
-¡Ya tenemos gato!-
-¡¿Tenemos gato?!- interrogué sorprendido.
-Si, no pude soportar el trato que le estaban dando a la gatita y hablé con la señora-
decía contándome todo el relajo.
-Es gata y se llama galleta- confirmó.
Me sorprendió el hecho de que enfrentara a ésta persona por defender a un animalito.
No objeté esa decisión, por el contrario: me dio mucho gusto el saber que finalmente galleta tendría un hogar, alimento, agua y cariño.
No objeté esa decisión, por el contrario: me dio mucho gusto el saber que finalmente galleta tendría un hogar, alimento, agua y cariño.
Sorprendentemente galleta parecía entender a la perfección toda esa situación, desde ese día comenzó a entrar en el lugar donde vivimos, tímidamente se postraba en la puerta y poco a poco avanzaba calculando sus movimientos y contemplando el lugar.
Mi esposa y yo decimos que nos adoptó: pues fue ella quien poco a poco se nos acercó con su característico ronroneo y sus tiernos maullidos acaparando nuestra atención y robándonos el corazón.
Mi esposa y yo decimos que nos adoptó: pues fue ella quien poco a poco se nos acercó con su característico ronroneo y sus tiernos maullidos acaparando nuestra atención y robándonos el corazón.
El fin de semana la llevamos al veterinario para su atención, sobre todo para no poner en riesgo a muñeca, nuestra Beagle quien tampoco puso resistencia ante la nueva habitante de la casa.
Claro que no es lo mismo un perro que un gato: son reacciones y temperamentos diferentes y nunca imaginamos que en casa convivieran ambos. El lugar en el que vivimos es pequeño pero aún así, le dimos a galleta donde vivir. También adoptamos aún pequeño diablillo llamado Koby mi precioso mestizo y ahora en casa son: Galleta, Muñeca y Koby.
El blog que le dediqué a Koby, te invito a leerlo, pulsa la liga de abajo.:
Cuando aprendamos a respetar a los animales
Desde ese entonces, sugerimos a quienes piensan en comprar una mascota, que opten por la adopción.
Para nosotros es muy importante pues es darle la oportunidad a un ser que posiblemente termine en la calle, sobre todo: a ser consientes que una mascota requiere de tiempo; espacio, atención tanto en casa como atención veterinaria y lo mas complejo: que esas mascotas no siempre serán cachorros, también crecen y se desarrollan y es en ese momento cuando las personas terminan por echarlos a la calle o regalarlos lo cual es cruel.
También estamos en contra de regalarlos como obsequio de cumpleaños, navidad o por algún motivo especial pues, muchas de las veces las personas no están preparadas para un perro, un gato o cualquier otro animal que demanda atención.
Por favor si tienes una mascota en casa, cuídalos, trátalo bien pues no hay cariño mas puro y un corazón más limpio que el de un perro o un gato en este caso.
Orienta a los niños sobre la responsabilidad de cuidar a los animales, evita también el maltrato pues si no somos capaces de cuidar la naturaleza y la fauna, no seremos capaces de cuidar a nuestro mundo.
Una pequeña galería de: Mi Dulce Galleta.
Hasta aquí el comentario de hoy, por favor si te ha gustado compártelo en tus redes, también déjame un comentario. Como siempre reciben un fuerte abrazo.
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Cuando aprendamos a respetar a los animales
Desde ese entonces, sugerimos a quienes piensan en comprar una mascota, que opten por la adopción.
Para nosotros es muy importante pues es darle la oportunidad a un ser que posiblemente termine en la calle, sobre todo: a ser consientes que una mascota requiere de tiempo; espacio, atención tanto en casa como atención veterinaria y lo mas complejo: que esas mascotas no siempre serán cachorros, también crecen y se desarrollan y es en ese momento cuando las personas terminan por echarlos a la calle o regalarlos lo cual es cruel.
También estamos en contra de regalarlos como obsequio de cumpleaños, navidad o por algún motivo especial pues, muchas de las veces las personas no están preparadas para un perro, un gato o cualquier otro animal que demanda atención.
Por favor si tienes una mascota en casa, cuídalos, trátalo bien pues no hay cariño mas puro y un corazón más limpio que el de un perro o un gato en este caso.
Orienta a los niños sobre la responsabilidad de cuidar a los animales, evita también el maltrato pues si no somos capaces de cuidar la naturaleza y la fauna, no seremos capaces de cuidar a nuestro mundo.
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