19-Sep-17 El día en que todo se movió.


México, Martes 19 de Septiembre de 2017


Un día en que todo se movió.

En que las personas corrieron al rescate de sus hijos en la escuela.

En que todos los trabajadores salieron despavoridos de sus lugares de trabajo.

El día en que todos ayudaron a todos.

El día en que el mundo conoció un poco más de México y su gente.

El día en que las lágrimas brotaron por aquel desconocido que perdió la batalla con la madre tierra.

El día en que los puños se levantaron pero para pedir silencio por escuchar a ese extraño debajo de los escombros.

El día en que hombre y perro eran equipo y esperanza.

El día en que el Perro trabajó por el humano, buscándolo de entre los destrozos.

El día que el Perro se hizo famoso y todos lo querían.

El día que la unión de los mexicanos se hizo fuerte

El día que la mujer  lastimó sus delicadas manos para salvar a un extraño.

El día que los niños conocieron la fuerza de la tierra.

El día en que cuya noche, nadie quiso dormir por temor a un nuevo movimiento.

El día en que ese movimiento de 7.1 grados sacó lo mejor de México al igual que la podredumbre.

El día que todos por un momento, sentimos que era el fin.

El día que nos dio una gran oportunidad de conocer a nuestros hermanos y respetar a los Perros.

El día del sismo que nos azotó.


Dios bendiga mis hermanos.

Dios bendiga a los Perros.

Dios bendiga a quienes ese día, se reunieron con él.

Dios bendiga a México.

En memoria de todos los fallecidos.




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Un año de tu ausencia

Hoy, el sol tiene un brillo extraño.

Las aves, tristes cantan yendo de un lado a otro del jardín.

El viento sin mucho ánimo, sopla en el patio meciendo las hojas de tus plantas que aún se esfuerzan por iluminarnos con sus escasas flores.

Ansiosos esperamos escuchar la nota de tu canto por los pasillos de casa, o tus pasos cruzando el patio al dirigirte a tus múltiples ocupaciones.  



Silencio.

Vacío.

Recuerdos.


Un año de tu ausencia.


Nadie canta.

Nadie ríe.

Nadie habla.

Como tú lo hacías.
Las plantas que tanto cuidaste florecen tristes. Algunas también dejaron de reverdecerse tornándose ocre.
Pero la vida es así.


Nos iluminan tus recuerdos.

Nos fortalecen cada una de las palabras que nos dejaste, la sonrisa que nos regalaste.

Ayer lloramos tu partida: hoy te recordamos con ese respeto que nos enseñaste, pero con mucho cariño, pues sabemos que ahí; a un lado del eterno, nos ves y nos proteges.

Hoy quizás no tenemos palabras gratas o dulces para saludarte, pues te recordamos con tristeza, sólo pedimos al señor; que te brinde el mejor lugar a su lado.

Muchos días vendrán así, y sólo nos refugiaremos en todos esos momentos en que nos cantaste; en todos esos momentos en que nos hiciste reír y en el tiempo que nos diste.

Aquí seguiremos los que te respetamos y queremos dulce ángel.

Siempre ocuparás un lugar especial en nuestros corazones y hasta que el eterno nos vuelva a reunir.

(Fin)






-Un sencillo homenaje a una gran persona.-

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El empleo que quería

Hola amigos.

Vaya que ha pasado tiempo sin saludarles, pero aquí estamos de nuevo, presentándoles un nuevo blog, no sin antes enviarles un fuerte abrazo desde mi país: México.

Como ustedes saben, escribo sobre mis experiencias, sobre lo que he visto y vivido; sobre todo porque han sido situaciones o cuestiones que me han marcado y enseñado, pues la vida es un aprendizaje continuo.

Desde muy joven me fui de casa a enfrentar a la vida. Viviendo aquí y allá pero siempre trabajando.

En mi niñez junto a mi madre y mi padre, aprendí lo básico, lo suficiente para poder subsistir.
Después de tiempo, finalmente me fui a vivir solo pues llega un momento en la vida en que necesitas de privacidad o de vivir tu vida a tu antojo.

Así que era momento de poner en práctica algunas de las cosas que había aprendido en casa.

Fue así que puse en práctica los conocimientos adquiridos y me enfrenté a tareas como: lavar la ropa, planchar. Incluso aprendí a coser y yo mismo arreglaba mi ropa como; pegar botones, arreglar el dobladillo a los pantalones, en fin.. Tareas que para un macho, es exclusivamente de las mujeres. Pero este servidor, por fortuna no comparte esa aberrante idea, y es así que llevé a cabo esas tareas por mi propio bien.

Vino también la parte de la cocina, entonces, buscaba opciones para mi alimentación.

Imaginaba poder preparar algún platillo, algún guisado, pero la pereza  se apoderaba de mí y volvía al principio: huevos revueltos, sincronizadas o quesadillas.

Pero de hambre no me moría.

Más adelante, comencé a arriesgarme un poco más, para poder darle variedad a mi alimentación. Para esto, compraba algunas piezas de pimiento los cuales fileteaba con un poco de cebolla y le agregaba tiras de carne y lo asaba en un sartén.

También me preparaba pechugas de pollo asadas con guarnición de lechuga y aguacate.

Tras todo esto, le tomé gusto a la cocina a tal grado, que para ese entonces las cosas marchaban bien económicamente por lo que me nació la idea de abrir una lonchería. Con la idea fija en la mente, conversé con algunos amigos y familiares, pero no tenían la misma visión por lo que esa idea feneció.


Bien, después de que la compañía en la que trabajaba cerró, vino entonces la difícil situación de buscar un nuevo empleo.
Para una persona sin todos esos pergaminos y un impresionante currículum, es difícil ser aceptado en alguna empresa.
Por todo esto, me fue difícil encontrar otro empleo como el anterior.

Me di a la dura tarea de buscar un nuevo trabajo.

Visité varios lugares en los cuales me aplicaron el ya muy utilizado:

-¡Nosotros nos comunicamos contigo!-

Uno sabe que esta frase lleva implícita una más, y es: 

-¡Estás perdido!-

Busqué durante días sin éxito, incluso me aventuré a viajar a los EE:UU de donde deserté, pues no era lo mío: por otra parte, mi orgullo no me permitió someterme a la discriminación de un connacional que se sentía güero o gringo con color de bronce; entonces volví a mi país.

Retomé de nueva cuenta la búsqueda.

Había algo que me gustaba y que no había incluido en mi prospecto laboral. 
La cocina. 

Así que me dispuse a solicitar empleo en una sucursal de una de las cadenas más grandes de restaurantes en México. 

Por suerte tenían vacantes por lo que me dieron un puesto. Días después, me presenté en el horario vespertino.
En ese momento mi depresión se hizo presente cuando me entregaron el atuendo que debería utilizar en las horas laborales.

Al no tener experiencia en la materia, el puesto que me dieron fue de Ayudante General por lo que debía utilizar un uniforme de color gris, totalmente diferente a mi atuendo en el trabajo anterior: ¡Traje y Corbata!.


Pero enfrenté ese momento con tenacidad, con un poco de dolor pero por fin tenía un nuevo empleo.

Lo que vino después fue lo que me hizo aterrizar de golpe. Mi primera tarea fue: barrer y trapear el área de preparación, un lugar muy amplio en el cual se prepara todo lo necesario para él área de servicio como son las sopas, caldos, salsas y los diferentes cortes de carne. 

Después de esto, la realidad vino a escupirme la cara y me hizo tocar fondo. 
Tras terminar mi tarea en el área de preparación, mi chef me ordenó... lavar el área de basura.

Obviamente no podía protestar, o quizás sí, pero enfrenté ese monstruo que tenía en frente.
Entré a ese cuarto de 5x5 y me dispuse a lavarlo con agua y jabón. Después pasé a lavar cada uno de los botes en donde se deposita toda la basura generada en el restaurante, embarrándome con todo ese desecho jugoso que deja todo ese sobrante de comida.

El golpe emocional fue muy duro.


Claro que no hay trabajo denigrante, pero tras haber tenido un buen puesto de trabajo con condiciones muy diferentes, enfrentar esa situación fue un golpe muy fuerte.
Mi primer día transcurrió así, limpiando y apoyando en algunos lugares. Pero mi mente se centró en la idea que me había fijado: aprender el arte de la cocina.

Después de todo eso, conforme transcurrieron los días, me iba adentrando más a ese mundo; y un día en que el ayudante de la persona encargada del área de preparación no acudió a trabajar, yo me ofrecí para ayudarle y la noble señora accedió. Pues era mejor una mano más que nada de ayuda.
Ese día me esmeré en hacer todo bien y al final del turno, mi jefa en ese día me recomendó con el chef quien tras ver mi trabajo me ofreció un puesto en la línea de servicio. El lugar donde surge el arte, donde se montan y preparan los platillos que van a la mesa del comensal. Acepté, claro está.
Sin ningún entrenamiento, me lancé al turno de la tarde de 2:00 p.m. a 11:00 p.m.
Debo confesar que ese día me fue terrible, incluso tuve problemas con mis compañeras de piso quienes atienden al cliente, por la presentación y tardanza de los platillos. Fue duro enfrentar tal ignominia.
Eso no me desanimó por lo que después de esa tarde, me esforcé en aprenderme las diferentes recetas y presentaciones de todos los platillos que se sirven en el área de ensaladas que era el lugar donde me asignaron.

En poco tiempo, había ocupado varios de los puestos en el área de servicio que son: Cocina fría y en la cocina caliente en sus 2 secciones (Carnes y Sopas).
Fueron 3 años muy duros.

Mantenía mi idea de hacer carrera dentro de esa cadena pero me di cuenta lo difícil que es nadar entre pirañas.

En esa cadena, constantemente hacían relevo de gerentes y de chef por lo que debo decir, que todos los niveles que pude escalar, se lo debo al chef que me contrató.
El Chef Bonifacio Nery. 
Un chef que siempre inspiraba y alentaba a sus subordinados.

Al ser removido y trasladado a otra sucursal mi Chef, todo cambió en ese restaurante.
Los que vinieron después, venían acompañados por personal preferido por lo que mi avance se fue estancando. Ya era muy complicado el seguir evolucionando, pero no me rendía y continuaba aprendiendo y demostrando mi capacidad. 
Aun así, las cosas se fueron complicando laboralmente, ya no estaba a gusto aunque no removía la idea de mi cabeza.

Enfrenté todo tipo de retos y tareas, pues el fin de estas personas, no es removerte sino lograr que claudiques y te marches.
Pero continúe avanzando y por todo lo que ya había aprendido, llegué a cubrir turnos en las diferentes áreas por lo que el chef actual, me promovió como apoyo para el turno matutino. Otro reto, lo más fuerte.

En esa etapa, también muy dura, pues esa cadena siempre carecía de personal  suficiente por lo que tenías que realizar el trabajo de 2 o 3 personas.
Física y emocionalmente estaba agotado, pero continuaba.

De pronto me vi estancado.
Las cosas comenzaban a tomar un tinte de desesperación.

Me aferré.

Levantarme a las 4am todos los días para estar en el restaurante unos minutos antes de la 6 a.m. y hacer frente a rutinas realmente duras en el desayuno. Irónicamente trabajaba en un lugar de comida pero no tenía tiempo para desayunar.
Mis ganas se difuminaban a cada día, en mi mente ya buscaba algo diferente.
Me gusta competir, me gusta enfrentar los retos pues alguien sin un respaldo debe aplicar el doble de esfuerzo en la vida.

Parecía que todo se encauzaba, que todo se perfilaba hacia un punto de quiebre.
Aun así, luché.
Hasta que una mañana, como siempre tomé mi lugar en la línea de servicio. Muy temprano debía encender todos los quemadores de las planchas. Percibí un leve olor a gas, verifiqué los quemadores, incluso el de la freidora de papas, el piloto se encontraba apagado por lo que procedí a encenderlo y todo marchaba bien. Acto seguido, tomé un trozo de papel, lo encendí y me dispuse a prender los quemadores de la parrilla pues ese día me tocaba cubrir el área de carnes. 

Me acerqué e introduje la pequeña antorcha por debajo de la parrilla y justo cuando me disponía a girar la perilla para liberar el gas, vino una explosión. Pude ver la bola de fuego que se dirigía a mi rostro. Cerré los ojos de inmediato al sentir un ardor, y con la reacción que todos tenemos ante una impresión, la reacción es como (aspirar). Eso justamente fue lo que hice.

Al ver aquella llamarada y sentir el ardor; cerré los ojos y aspiré todo ese aire caliente lo cual bloqueó mi respiración. La explosión me impactó contra los refrigeradores frontales golpeándome fuertemente la espalda.

Me arrastré por ese pasillo intentando respirar. Una de mis compañeras pero del personal de piso, vio lo sucedido y pidió auxilio; pronto se le unieron más de sus compañeras y entraron por mí. Cómo pude me puse de pie con el apoyo de aquella chica; me llevaron a la parte posterior y tras enterarse de lo que me estaba afectando, me dieron de beber y enjuagaron mi rostro y pusieron agua en mis ojos; sólo así me fui recuperando y fui de urgencia a la clínica para descartar cualquier daño y hacer las curaciones necesarias.
Me dieron el diagnóstico y mis días de incapacidad. El doctor decía que había tenido suerte pues de no haber cerrado los ojos,  mi retina hubiera sufrido severos daños, incluso la pérdida de la vista. En cuanto al problema de la respiración, refería que pudo haber sido por inhalar todo ese aire caliente que de alguna forma había resecado mis vías respiratorias, o el golpe en la espalda por el impacto con el refrigerador. 

Me tomé esos días de reposo para mi recuperación.

En ese tiempo analicé sobre ese empleo. Ya me había estancado varios meses y no veía la forma de salir del atorón.

Después de algunos días, volví al trabajo con los sentidos más alertas.

Me reincorporé a la dura rutina sin problema alguno. Madrugar, arribar al trabajo y sin tiempo de ingerir alimentos, en fin.. Sobrevivía sin problemas. 
Los días que siguieron fueron de ardua lucha.
Hasta que un domingo, muy temprano como los días anteriores; llegué y después de cambiarme; me dispuse a enfrentar la hora del desayuno, momento en que se aplica toda la concentración y energía. Nada fuera de lo normal.
Al término del día, sumamente agotado me dediqué a preparar todo los ingredientes que utilizaría al día siguiente, como una estrategia.

Planeaba comer algo pues no había desayunado nada.

Me faltaba un ingrediente, éste lo encontraría en la cámara de refrigeración situada del otro extremo del área de preparación. 


No me apresuré por lo que preferí guardar todos esos ingredientes en pequeños contenedores. Una vez sellados, giré para encaminarme a la cámara, de pronto; sentí una ráfaga de aire en el rostro. No presté atención pues en ocasiones el extractor de aire fallaba y trabajaba a la inversa. Me encaminé hacia a la cámara de refrigeración, al llegar al área de preparación; descubrí que esa ráfaga de aire caliente que me había impactado, era producto de una llamarada provocada por una fuga de gas.
Se hizo un terrible caos pues el flamazo había alcanzado a dos de mis compañeros que se encontraban laborando justo en esa zona. 
Se llamó a los servicios de emergencia pero transcurrió mucho tiempo y nunca llegaron.
Era apremiante que estas personas recibieran atención médica y ser trasladadas a un hospital por la gravedad de sus quemaduras.

Mi compañera al igual que mi compañero, se encontraban al borde del colapso pero las ambulancias no llegaron.

Exponiéndonos a alguna otra reacción, solicitamos el servicio de taxis y los llevamos al hospital más cercano. Yo me llevé a mi compañera quien lloraba de dolor durante el traslado, pues una quemadura de ese nivel, arde terriblemente a la temperatura ambiente. Ya lo había vivido unos días atrás. Una vez ahí dimos aviso a sus familiares.
Me encontraba sumamente consternado y agotado. Ese día había tenido una jornada muy intensa de trabajo, aunado a eso; la falta de alimento y todo el estrés de esta difícil situación. Más tarde llegaron los familiares  y se hicieron cargo de la chica al igual que del muchacho.

Volví al restaurante por mis cosas personales.

Caminé por ese sitio y entonces un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me coloqué justo en donde me encontraba al momento del accidente y calculé el tiempo que había transcurrido entre mi indecisión de caminar por ese otro ingrediente faltante y lo acontecido. Literalmente, sentí que mi cuerpo se me enfriaba.
El tubo dañado era de alrededor de 2 pulgadas y se encontraba pegado a la pared. Al momento de romperse, el gas encontró la flama de los quemadores y se activó como una especie de lanzallamas.
La flama encontró en su trayecto a mi compañera lanzándola al piso y en su trayectoria; chocó con el muro e hizo una especie de U y fue así que encontró de frente a mi compañero.

Recapitulando todo eso, caí en la conclusión, de que si me hubiese encaminado hacia la cámara de refrigeración, la llamarada también me hubiera alcanzado de frente.
Comencé a temblar al pensar en eso.

Con todo esto, fui a casa pues estaba sumamente agotado.
Llegué cabizbajo, pálido y con la mirada perdida.

Al verme mi esposa cruzar la puerta, preguntó:

-¿Estás bien?-

No pude decir nada, sólo le dije:

-¡Abrázame!-   

Me estrechó en sus brazos y no pude contener las lágrimas. Lloré por todo lo sucedido.
20 días antes había sufrido algo similar. Ahora le había sucedido a mis compañeros, y apunto estuve de padecerlo de nuevo. Eso era lo que me había golpeado emocionalmente.

Era momento de decidir.

Al día siguiente, me presenté al restaurante sólo para entregar mi renuncia.
Ya no me expondría a todo ese maltrato y fuera de eso, a los riesgos como ese incidente.

 Debo decir que también conocí personas maravillosas. Personas que me enseñaron mucho como el chef Nery, como mis compañeras y compañeros que me motivaban y me alentaban a seguir luchando. Doy gracias a todas y a todos.

Y elevo una plegaria por las personas accidentadas.

Así terminó esta etapa. Uno de mis tantos empleos

(Fin)



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