Crónicas de un sismo -19S- CDMX


19 de Septiembre.

Fecha en que se conmemora a las víctimas del terremoto de 1985 en el que perdieron la vida alrededor de 10,000 personas en los múltiples derrumbes.
En ese entonces, la tecnología era casi nula en el país. Toda la información que se obtenía era gracias a las imágenes en periódicos, proyecciones en la tv y en las diversas estaciones de radio que transmitían lo sucedido.

Todos mencionaban los lugares siniestrados, edificios con severos daños en su infraestructura, edificios que en ese entonces, eran íconos de la ciudad como lo era el Hotel Regis que se encontraba ubicado a un costado de la Alameda Central del entonces Distrito Federal; del mismo modo, informaban sobre el derrumbe del edificio principal de la creciente televisora TELEVISA.
En aquel entonces varios niños fallecieron por el derrumbe del Hospital Juárez donde habían nacido unos días antes y muchos de ellos rescatados de entre los escombros.

Todas estas historias siempre vienen a la mente en cada conmemoración y este día 19-Sep-17 aquello no pasada desapercibido.

Desde temprano inició todo el evento conmemorativo.
Se izó a media asta la Bandera de México en memoria de los caídos por el sismo  de entre 8.4 y 8.6 de ese fatídico 19 de Septiembre de 1985.

Más tarde, a las 11:00 se llevó a cabo un gran simulacro en la ciudad de México como una forma de prevención y concientización de cómo actuar en caso de sismo.

En punto de las 11:00am se activó la alerta sísmica, las oficinas y dependencias de gobierno iniciaron la evacuación de edificios para resguardarse en un lugar seguro. Todo esto tomando en cuenta que el movimiento telúrico llegaría entre 70 y 80 segundos a la ciudad dependiendo de dónde se haya originado: ya sea de las costas de Guerrero, Oaxaca, Michoacán o Chiapas en cuyos lugares fueron instalados los sensores o detectores sísmicos que transmiten la señal a la Ciudad de México, dando un espacio de tiempo para ponerse a salvo. Todo el protocolo se realizó en completo orden cumpliendo una vez más los eventos conmemorativos.

19-Sep/2017 13:00hrs

Mi oficina está ubicada a un lado de una avenida por lo que al circular los automóviles, se siente una ligera vibración.
A las 13:14 hrs pasó un camión haciendo vibrar la oficina: la vibración se mantuvo un poco más de lo normal. De pronto ese ligero movimiento se transformó en uno mayor que mecía mi escritorio de un lado a otro:

 -¡¡Está temblando!!- grité, y al decir esto me puse de pie para salir!!-

No creíamos que eso fuera cierto pues la Alerta Sísmica no se había activado.

En milésimas de segundos eso se tornó violento al grado en que no podía desplazarme por ese pequeño pasillo.

La chica de la oficina contigua salió apresurada hacia las escaleras, yo intentaba caminar por ese pasillo de 5 metros el cual se me hizo eterno recorrerlo, de pronto un estruendo, a este le siguieron la caída de las piezas que tenemos como prototipos de exhibidores que con el brutal movimiento comenzaron a desplomarse. Al oír todo eso, ya no pensaba en el pasillo pues mi vista se centró en los muros de la construcción y sólo esperaba en qué momento se partirían.  

Por fin pude llegar a las escaleras en el momento más intenso del movimiento telúrico: di alcance a mi compañera quien por un instante perdía el equilibrio por lo que mi reacción fue sujetarla antes que sufriera una terrible caída.

No pudimos avanzar más, en ese lugar pasamos esos largos segundos en tanto transcurría el terremoto.
Inmediatamente todas las señales telefónicas colapsaron al igual que la energía  eléctrica: tras recuperarme del terrible susto; finalmente pudimos salir a la calle, aún tembloroso, intenté comunicarme con mi esposa y familiares para saber en qué condiciones se encontraban, fue inútil; la señal de mi compañía celular era nula.

Tras el terrible movimiento, casi de forma inmediata muchas personas  salieron despavoridos en busca de sus hijos gritando:

-¡¡Mi niña(o)!!- con llanto en los ojos y corriendo hacia las escuelas.

-¡Mis hijos!- dijo Verónica tras recuperarse de la impresión que le causó la magnitud del movimiento telúrico.

Mis nervios estaban al 100, intenté comunicarme con mis seres queridos en múltiples ocasiones sin ningún resultado. Ingresé de nuevo a la oficina que por fortuna no sufrió daños e intenté comunicarme desde el teléfono fijo cuya señal era intermitente, pero fue inútil.
Mi angustia crecía cada vez más al ver a las personas correr.

Al no tener forma de comunicación decidí ir a casa.
Todo era un caos.
Calles saturadas, automovilistas ansiosos de llegar a sus destinos; personas caminando, unas llorando, otras intentando comunicarse y algunos hablando de lo sucedido.  Era imposible abordar un transporte: llámese autobús o taxi. Opté por caminar al periférico (Av. principal) con todo el calor y la distancia lo cual no me impidió mi avance pues mi prioridad era llegar. Después de 15 minutos arribé al periférico y las condiciones eran las mismas, la saturación llegó al punto de colapsar la circulación: era una fila interminable detenida totalmente en carriles centrales al igual que en los carriles laterales. Había una cantidad impresionante de personas esperando un autobús que ni siquiera figuraba a lo lejos. Mi necesidad en llegar era imperiosa. Por fortuna sonó la notificación de  mi teléfono celular, había recibido un WhatsApp, era un audio de mi esposa:

-Hola amor, esto se sintió horrible pero estamos bien: tú cómo estás-

La vida volvía a mí, fue un gran alivio escuchar a mi esposa y saber que se encontraba bien. Apresurado respondí el audio con una precaria señal mientras buscaba un transporte. Un mundo de gente esperando un transporte que no se vislumbraba por ningún lado. Por casualidad paré un taxi dentro de todo ese caos:

 -Voy a San Jerónimo-  Le dije al conductor a modo de consulta por si no podía llevarme en esa situación:
 -¡Con gusto, vámonos! confirmó el conductor.

En ese preciso instante pensé en la situación y el cómo desearía que alguien hiciera algo por mí en alguna situación difícil.

Abrí la puerta del taxi y sin dudarlo grité:

-¡¿Alguien va para San Jerónimo?!-

Varios voltearon a verme extrañados.

-¡¿Alguien va para San Jerónimo?!- grité de nuevo levantando la mano.

De entre la multitud alguien reaccionó: un caballero: un trabajador de la construcción.

-¿Vas a San Jerónimo?- preguntó a lo que contesté afirmativamente.

-¡Gracias yo también voy para allá!- recalcó y lo invité a abordar el automóvil.

Volví a gritar y entonces se acercó un hombre con bata blanca y portafolios: doctor de uno de los hospitales de aquel perímetro.

Alguien más reaccionó:

 -¡¡Yo también voy a San Jerónimo!!- era la voz de una dama quien al decir esto, corría hacia mí.

Abordamos los 4 y el taxista emprendió la carrera.

Por suerte el conductor comprendía la premura y tomó varios atajos para evitar todo el tráfico que en ese momento ya se había generado en todas las calles y avenidas de la Ciudad de México. En la intermitencia de la señal telefónica, sonó la notificación del Messenger: era mi hermana Raquel quien desde el extranjero quería cerciorase de mi estado.

En el trayecto el taxista tenía encendida la radio  y las noticias comenzaban a fluir, hablaban de incidentes menores como no fuera la caída de una barda o marquesina. El taxista apretaba el paso zigzagueando  entre los autos. La radio daba los pormenores conforme transcurría el tiempo y las noticias fluían: los radioescuchas escribían vía Twitter a la estación para preguntar al locutor sobre las afectaciones ocasionadas por el sismo:

-Mi madre trabaja en la tienda Wal-Mart de Coapa y corre el rumor de que se derrumbó- leía un Twett  de un radioescucha angustiado el locutor.

-No tenemos ninguna información sobre el tema pero en cuanto tengamos el reporte lo transmitimos- decía el conductor de la estación de radio.

Eso y algunos incidentes menores continuaban reportando.

Seguía incomunicado, la señal celular aún era nula.

Finalmente llegamos a las cercanías del estadio C. U. Para ese entonces el congestionamiento vial era un terrible caos, el tráfico era tal, que muchas personas optaron por caminar hacia sus destinos, entre ellos yo. La red de transporte era insuficiente, muchas personas pedían (ride) otras se colgaban como podían en los pocos espacios de los autobuses que aun circulaban y otras más avanzaban caminando. Como pude abordé el camión que por lo menos me dejaría unos minutos de casa, lo importante era llegar a como diera lugar.

Después de unos minutos arribé a la avenida principal sobre la cual me trasladé a pie y después de 15 minutos de la nueva caminata por fin estaba en casa.

Todo estaba bien por fortuna: abracé a mi mujer y también a mis chaparros: Muñeca y Koby mis perros, eran ya las 17:00hrs. 
Tras inspeccionar el inmueble y asegurarme de que todo estuviera bien, decidí tomar mis alimentos pues esa mañana no había desayunado y justo cuando saldría a comer se suscitó el terrible sismo.
Continuábamos sin energía eléctrica. Por todo esto y previendo que así trascurriría en las siguientes horas, conseguimos velas para alumbrarnos durante la noche: por fortuna y después de largas horas a las 8 de la noche finalmente se restablecía la luz eléctrica, entonces encendimos la TV y el dolor apareció. Los diversos noticieros daban detalles de lo sucedido hace algunas horas. 

Para ese entonces la señal de internet también se restablecía y en las redes sociales circulaban ya los videos del momento del terremoto; gritos, estruendos, gente corriendo asustada, postes de luz agitándose de un lado a otro; todo era terror, todo era miedo. 

En la TV hacían enlaces en directo de los lugares afectados. Volví a ver mis redes, entonces encontré el video de una chica que grababa mientras se alejaba para ponerse a salvo:

-¡¡Dios mío, dios mío: el edificio se está moviendo!!- decía y continuaba grabando.

-¡Dios mío, hay gente adentro!.. ¡¡que se salgan, por qué no se salen; dios mío, se partió la pared, por qué no se salen!!- Gritaba visiblemente alterada.

De pronto ante sus ojos, y los míos en mi teléfono celular: el edificio se vino abajo. La chica lloraba e imploraba. No pude con eso y se me salieron las lágrimas..  No sé si de temor, no sé si por las víctimas o por pensar en mi familia.

Tal vez lloraba de temor, no lo sé: simplemente volvía a mí el recuerdo de hace unas horas, nunca imaginé vivir algo así.

Los noticieros en la TV ya daban los pormenores:

-¡Hoy 19 de Septiembre a las 13:14:40 México es azotado por un fuerte sismo de 7.1 grados justo a 32 años del sismo que azoró al país el 19 de Septiembre de 1985!- recalcaban.

-¡Se derrumbó el Colegio Enrique Rébsamen sepultando niños y personal docente!- esa fue la noticia desgarradora acompañada de las imágenes que desde ese momento ya circulaban en las redes sociales mostrando la magnitud de la desgracia: mostraban también a las personas de las cercanías ayudando a salir a los pocos niños que no habían sido bloqueados por los escombros, llorando mientras sus rescatistas intentaban tranquilizarlos diciendo:

-¡Ya nene, tranquilo ya estas a salvo: tranquilo, tranquilo!- decía mientras tomaba en brazos al niño de aproximadamente 5 años quien lloraba visiblemente asustado.

Minuto a minuto se actualizaban los datos:

-Se derrumbó un edificio que funcionaba como fábrica de textiles dejando atrapados a cientos de trabajadores!- era la otra nota.

Y las imágenes continuaban circulando.

-¡Hasta el momento se contabilizan 25 fallecidos y centenares de heridos que han sido trasladados a los distintos hospitales de la Ciudad de México¡-

Actualizaban minuto a minuto.

Perdí el sueño.
Me sentía muy cansado y estresado pero muy: muy temeroso de las réplicas que en algunas veces son también de magnitudes similares.

De niño había vivido varios sismos, sólo que a campo abierto lo cual no me causaba ningún temor pues vivía en provincia.
Del terremoto de 1985 lo único que tengo de recuerdo es: la forma en que se sacudió la vieja choza y las súplicas de mi abuela durante el movimiento.
Pasado los años ya en la ciudad conocí lo sucedido en lo que era el Distrito Federal a través de la TV y las imágenes que publicaban en los periódicos en cada conmemoración de aquel fatídico día.

Nunca pensé en vivir algo así, nunca imaginé ver mi ciudad devastada pues tenía la idea que tras lo sucedido hace 32 años, los estándares de construcción habían mejorado y sobre todo: que nunca, nunca cruzó por mi mente el que se presentara un sismo de semejante magnitud nuevamente.

Lamento las vidas perdidas.
Lamento las pérdidas materiales y sólo ruego al cielo que nunca se vuelva a repetir algo como esto en mi país y en ningún lugar del mundo.

Dios bendiga a mis hermanos de México.

Dios bendiga a México.

Dios bendiga a la humanidad.

A esta fecha el numero de fallecidos asciende a 331.

Innumerables viviendas y edificios colapsados y dañados.

El sismo de 19 de Septiembre devastó la Ciudad de México, Puebla, Estado de México y Guerrero.
(Chiapas y Oaxaca ya padecían los estragos del sismo de 8.1 del 07-Sep-17)





Liga en el que puedes ver los videos del momento del sismo.

El momento del terremoto captado en video


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1 comentario:

  1. Un gran relato, este fue parecido al del 85 es terrible volver a vivirlo, lo importante es que siempre ayudamos al necesitado y nos unimos en uno para salvar personas, animales.bUna ves más la palabra solidaridad se hace presente. Un abrazo 🐺

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