En esta ocasión les voy a contar sobre una perrita que tuve cuando era un niño de 8 años.
En ese entonces vivíamos en el D.F. Mis padres son originarios de Oaxaca.
Mi madre en ocasiones nos llevaba a visitar a mis abuelos (QEPD): desde niño,
siempre fui protector y curioso; en uno de esos viajes, como todo niño curioso
por conocer el entorno, acompañé a mi abuela a visitar a un familiar.
Esa vez, la perrita de la señora a quien fuimos a visitar había tenido cachorros.
Mientras ellas conversaban, vi una bolita de pelos caminando en el patio de tierra, y comencé a jugar con el diminuto can quien respondió al jugueteo. En eso me dice la señora:
Esa vez, la perrita de la señora a quien fuimos a visitar había tenido cachorros.
Mientras ellas conversaban, vi una bolita de pelos caminando en el patio de tierra, y comencé a jugar con el diminuto can quien respondió al jugueteo. En eso me dice la señora:
-¡Llévatela, te la regalo, mi perra tuvo siete cachorros y pues.. qué hago con tantos!-
Mi abue me miró y dijo:
- ¿Te la
llevas? No lo pensé dos veces
Me llevé a la cachorrita. durante el trayecto la llevaba en brazos porque era una bebé y
teníamos que caminar una distancia de 40 o 50 minutos aproximadamente.
En el transcurso de la caminata de regreso a casa, iba pensando cómo llamarla; la llamé “OSA” pues fue lo primero que
se me vino a la mente. Durante esa semana conviví con mi perrita: pero esto sólo
era una visita a mis abuelos por lo tanto, al término de la semana, debíamos
volver al DF. Mi perrita quedó al cuidado de mi abuela en Oaxaca.
Ya en casa en el DF, pasó un tiempo: alrededor de 2 o 3 años, mis
abuelos enfermaron y mi madre decidió que nuevamente viajáramos a Oaxaca para ayudar a mis abuelos en su estado de salud, y así
sucedió. Viajamos otra vez: dejamos cosas y demás en la
ciudad; y nos marchamos, mi madre, mis hermanos y yo.
Nunca pensé en ello. Llegamos por la noche a casa de mis abuelos en ese
pueblo enclavado en la sierra de Oaxaca alejado de todo, sin luz, ni medios de
comunicación, arribamos ya caída la noche.
Al llegar, todos los perros empezaron a ladrar pues para ellos éramos
unos extraños.
Era más que evidente pues tras un largo tiempo no habíamos vuelto a ese lugar.
Era más que evidente pues tras un largo tiempo no habíamos vuelto a ese lugar.
Esa noche al ponerse en guardia los perros pues protegían el hogar de sus
amos; todos ladraban rodeándonos mientras mis abuelos gritaban desde el
interior de su choza calmandolos.
-¡Tranquilos. Cálmense?- decían
Los perros ni se inmutaron ante aquel llamado, entonces, intuitivamente grité..
-¡OSA!
De pronto algunos perros callaron y poco a poco se hizo un silencio. Mi perra ya grande me reconoció y de alguna forma calmó a los demás perros pues algunos eran sus cachorros.
Fue increíble la forma en que me recibió, pareciera que no me había ido mucho tiempo. En la penumbra de la noche sólo podía escuchar sus patitas correr de un lado a otro pues en esa provincia no se contaba con luz eléctrica.
-¡OSA!
De pronto algunos perros callaron y poco a poco se hizo un silencio. Mi perra ya grande me reconoció y de alguna forma calmó a los demás perros pues algunos eran sus cachorros.
Fue increíble la forma en que me recibió, pareciera que no me había ido mucho tiempo. En la penumbra de la noche sólo podía escuchar sus patitas correr de un lado a otro pues en esa provincia no se contaba con luz eléctrica.
Entramos y después de todo el protocolo de saludar y ver a mis
abuelos, descansamos esa noche.
Al día siguiente fui el primero en levantarme y salí en busca de mi perra; fiel, permanecía sentada muy cerca de la entrada y al verme nuevamente se puso feliz. Corrimos en ese pequeño terreno y junto a nosotros sus cachorros también celebraban.
Después de unos días mamá había tomado la decisión de quedarnos a vivir con mis abuelos, y así fue. Ya no volvimos al DF y ahí crecimos: junto a mis abuelos: junto a mi perra.
Con el tiempo OSA tuvo varios perritos más, a ninguno regalé, siempre se quedaron en casa.
Pasarón los años y OSA finalmente fue alcanzada por el tiempo: envejeció pero seguía fiel cuidando el hogar y a mí.
Una tarde, OSA desapareció, no volvió para la cena.
La busqué sin cesar, pero no logré encontrarla por ningún lado.
Mi abuelo al ver mi angustia dijo:
Al día siguiente fui el primero en levantarme y salí en busca de mi perra; fiel, permanecía sentada muy cerca de la entrada y al verme nuevamente se puso feliz. Corrimos en ese pequeño terreno y junto a nosotros sus cachorros también celebraban.
Después de unos días mamá había tomado la decisión de quedarnos a vivir con mis abuelos, y así fue. Ya no volvimos al DF y ahí crecimos: junto a mis abuelos: junto a mi perra.
Con el tiempo OSA tuvo varios perritos más, a ninguno regalé, siempre se quedaron en casa.
Pasarón los años y OSA finalmente fue alcanzada por el tiempo: envejeció pero seguía fiel cuidando el hogar y a mí.
Una tarde, OSA desapareció, no volvió para la cena.
Mi abuelo al ver mi angustia dijo:
-¡Hijo. No busques más!-
Le miré sorprendido.
Continuó diciendo:
-¡Ellos por naturaleza, presienten el momento final y se alejan para morir!-.
-¡Cálmate hijo: OSA se fue!-
En ese momento enfrenté una de las
peores pérdidas; la pérdida de un ser extraordinario; de un ser tan amoroso
que no te pide nada a cambio, de un ángel que no necesita hablar para hacerte
saber que eres especial para él, la pérdida de mi pequeña pero grande perra: “OSA”
Comprendí que es imposible olvidar a alguien que te da todo su cariño y está a tu lado incondicionalmente hasta que la vida se lo permite. Alguien que es capaz de amarte como si fueras su dios.
Comprendí que es imposible olvidar a alguien que te da todo su cariño y está a tu lado incondicionalmente hasta que la vida se lo permite. Alguien que es capaz de amarte como si fueras su dios.
(FIN)
Espero te haya gustado la
historia, compártelo y regálame tus comentarios.
Mil gracias.
Un perrito, nunca olvida a quien le brindo cariño, siempre es el ser más agradecido del planeta, hasta más que el el ser humano. 🐶🐶
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