Eran finales del 2022.
Yo cambié después del encierro:
de trabajar desde casa, y con la experiencia de ser parte de las estadísticas
nefastas de la situación actual.
Mi ya inexistente paciencia
luchaba por existir, ya disminuido de nivel. Me encontraba ya muy alterado y
siendo víctima de la aplastante depresión por todo lo acumulado. A todo esto,
se le sumaba la inestabilidad laborar que también dejaba caer su peso en el ya
abultado problema que se me había acumulado dos años atrás.
Luchaba contra todo y contra
todos, sin encontrar una salida.
Llegó noviembre, y a mediados
de este, de forma unilateral, se toma la decisión de salir de casa y debía presentarme en una
oficina (nuevamente prestada).
Vivo al día y hago lo mejor
posible en mi presente por si existe el futuro.
Me llené de rabia.
No se me consultó o se me
solicitó por lo menos una opinión sobre lo que maquiavélicamente se construía frente
a mí, y que también me estaba hundiendo.
Decidido a demostrarme
nuevamente de lo que soy capaz, finalmente dejé atrás mis días de laborar en
casa; sin un horario, rebasando siempre los tiempos establecidos para ello, sin
un estímulo más que el de contar con un empleo, cómo este fuera. Sobre la
marcha, fui construyendo una nueva imagen de lo que quería para mí,
aprovechando la inercia.
Sumamente molesto, enojado con
todo; así llegué al despacho en el cual, y de acuerdo a las instrucciones recibidas,
ahora, mi trabajo sería monitoreado, algo que me molestaba pues después de doce
años de laborar sólo y tomar decisiones con el afán de crear oportunidades para
la compañía, ahora alguien vigilaría mis acciones o mi desempeño.
Cuando uno se encuentra
sumergido en situaciones como ésta, perdido en cavilaciones, no somos capaces
de ver lo que la vida nos tiene preparado.
Arribé al lugar con un dejo de
inseguridad pues luchaba con todo ese coraje contenido.
Tuve la gran suerte de ser
recibido por la persona líder del despacho. Una persona que desde el primer
momento, eliminó esa cortina de incertidumbre. La calidez con la que me recibió,
de alguna forma, me hiso sentirme en casa.
Me dio el tour por la oficina
poniendo a mi disposición, todos los elementos necesarios para mi comodidad;
algo que hacía mucho, no veía ni sentía, mucho menos de quien se supone estaba
al frente de la compañía para la que trabajo. Lo que sería correcto.
Me presentó a todo el
personal, chicas y muchachos, otro reto, pues con mi carácter agrio; tendría que intentar de alguna forma, tener
una actitud óptima ante la armonía que
ahí existía.
Con el pasar de los días,
busqué la forma de modificar mi pésimo carácter que para ese entonces ya no era
nada dulce.
Durante esos días, me dediqué
(como se me había encomendado) a actualizar la base de datos de todos mis
clientes. Me concentré y me dediqué de lleno a la encomienda. Aunado a esto, y
cómo si fuera poco, estaban las exigencias de concretar las muy necesarias
ventas pues durante ese año, a pesar de la reapertura de negocios, este tema se
encontraba con muy poco movimiento arrastrándonos más al reino de la incertidumbre.
Esto volvió a incrementar las
tensiones entre el empleado y el jefe.
La situación se volvió
insostenible en los últimos días del 2022.
Las constantes discusiones y
recriminaciones por la falta de ventas, tomaban ya un tinte agresivo: como si
yo fuera el culpable de la situación. Por doce años, desempeñé todo lo
administrativo solo, sin secretaria o asistente. También por iniciativa propia,
y por querer conseguir un ingreso extra me involucré con las ventas justamente sólo
como apoyo, más nunca con el gafete de gerente o director.
Aunque a mi entender, tiene
más mérito el buen trabajo constaten de un inexperto que la mediocre y poca atención
de un directivo.
Los dos últimos meses de 2022
se habían convertido en un infierno.
Todo se me acumulaba, pero ya
no podía explotar por respeto al lugar en que ahora me encontraba, y lidiaba y hacía
frente a los constantes ataques del supuesto líder.
Entre toda esta molestia y la
carga de trabajo y el estrés al que estaba sometido, mi salud también protestó
y durante el mes dé diciembre, se manifestaron las complicaciones lo que me
llevó a visitar tres médicos diferentes sin ninguna mejora.
Pero fiel a mi compromiso,
jamás me ausenté de la oficina.
Como dije, el eterno tenía para mí algunas sorpresas.
Ese mes, diciembre, fechas en que
la fiebre navideña y el espíritu de paz, se impregnaban en el ambiente y por
consecuencia, invitaban a la reflexión y también a organizar los preparativos
para las fiestas que se aproximaban.
Yo seguía sumergido en mi letargo,
pero no podía victimizarme, pues odio eso, por el contrario, busqué la forma de
nivelar mis energías para enfrentar lo laborar y fusionarme con mi entorno.
Soy un ferviente creyente de
las energías por lo que después de discernir sobre lo que me sucedía, no cambié
de actitud, sino que traje de nuevo al lobo que de alguna forma se encontraba
extraviado entre mis escombros emocionales.
Conforme pasaban los días, me
iba fusionando en mi entorno. Era oportuno cambiar o transformar toda esa energía
negativa.
Esa misma inercia me fue
abriendo espacios y nuevas expectativas. Cada día me sentía más en casa. La
armonía que ahí imperaba difuminaba cualquier resquicio de rencor o dolor;
quizás me hacía falta estar en contacto con otras personas, con otros bríos,
con un personaje que inspire y motive, que conozca y se involucre en su
negocio, en su trabajo.
Sin duda, eso nutrió mi
entusiasmo y mi espíritu. Aunado a esto, como dije antes, el entorno.
Soy un fiel creyente en que
uno cambia el entorno o el entorno cambia a uno. Me sucedió lo segundo.
Qué mejor escenario que la
colonia Roma de la ciudad de mexico para curar la mente y llenar el alma con la
imagen de su bella infraestructura. Eché mano de mi mentalidad positiva y aprovechaba
mis horas de comida para recorrerlas y disfrutar del panorama. Incluso cambiaba
de ruta o de transporte para contemplar y disfrutarlas en los diferentes
horarios.
Con este marco que se me
presentaba, me iba sintiendo mejor.
Llegó diciembre, y así también
llegaron muchas cosas a mí.
May (como le llamo de cariño) me
hizo sentirme en casa lo que ahora agradezco en el alma, porque me hizo parte
de su equipo sin serlo.
Me incluía en sus eventos
dándome tanta seguridad muy a pesar de no formar parte de su plantilla. Aún
recuerdo sus palabras diciendo:
— ¡Pronto se llevará a cabo
nuestra comida de fin de año y estás cordialmente invitado.
Por favor. No acepto un no
como respuesta, porque para mí, eres parte de mi equipo y cómo tal, quiero que
estés con nosotros!—
Yo con mi renuencia a flor de
piel, y con la necesidad imperiosa de declinar, mantuve mi mirada en sus ojos y
con el corazón en la mano, agradecí tan sublime gesto.
Ahí comprendí que a veces la
vida misma te va presentando a esas personas, a esos ángeles que te vienen a
aliviar el alma, a sanar tus heridas sin la necesidad de tocarte físicamente.
Con actos como dejarte ser
libre en un entorno que no es tuyo, que le pertenece a ellos pero que te
brindan esa sublime libertad de ser tú.
Pasaba los días en completa
armonía.
Porque como lo dije en uno de
mis blogs, conocí lo que es el hambre, y también la soledad; y si en la
actualidad alguien con esa bondad me brinda un bocado, incluso un espacio de su
vida para no sentirme solo, por su puesto que tengo la nobleza y la humildad
para agradecerle ese lujo que me brinda.
Pulsa la liga para leer el blog: Aprendí a Amar la Comida
Llegaron otros festejos y
celebraciones durante diciembre, enero también, y en todos ellos fui incluido,
y a la fecha; no encuentro la forma propicia o adecuada para agradecer.
Nuestra relación entre el extraño
y anfitriones mejoró, de entre todo esto, surgió una gran amistad, me hice
amigo de aquellos extraños a quienes había conocido sólo un mes atrás.
Por su puesto que había más
apertura, más confianza pero siempre ha imperado el respeto, algo vital.
Hoy por hoy, puedo decir que me
he superado, pues con todo esto, mi vida ha cambiado, la vida de lobo también
cambió durante ese viaje, pues a mi vida han llegado una serie de cosas,
personas nuevas y personas hermosas que ya estaban pero que el contacto no era
óptimo o constante. Pero a veces tiene que pasar mucho tiempo para que la
persona adecuada llegue a cambiarnos o a mejorarnos.
Es por eso que hoy agradezco
mucho a May pues con sus palabras, su tiempo y su bondad; alivió y dio paz a mi
alma con todos esos detalles.
Llegó febrero.
Una mañana, recibo una
llamada.
Nuevamente se me informa de un
nuevo cambio.
Esta vez, debía abandonar ese
refugio que me dio tanto y que me había transformado.
Debía dejar a:
Nancy.
Karen.
Melisa.
Juan.
Paco.
Víctor.
Y a mi muy querida May.
Pero era inevitable mi partida.
Dolió decir adiós, pero era
momento de guardar todos esos bellos recuerdos en un lugar muy especial en el corazón,
y como el lobo lo hace, a tomar un nuevo camino.
08/feb
¡Bueno muchachos, se acabó la
poesía! Dije.
Todos respondieron al unísono con
un No, un no que también repliqué gritando en mis adentros, pero era momento de
partir, así que me despedí de cada uno de ellos con un fuerte abrazo, no sin
antes agradecerles todo. Todos esos buenos momentos.
Llegó el momento cumbre.
Decir adiós a quien literalmente
me abrió las puertas de su oficina y de su alma: May.
Bueno May, es momento de partir;
con la mano en el corazón, quiero agradecer todo, absolutamente todo lo que hiciste
por mi, muchas gracias.
Jamás voy a olvidar tanta bondad.
Nos veremos pronto.
Te deseo lo mejor y nuevamente,
muchas gracias.
Te quiero May.
Y me dirigí en busca de un nuevo
reto llevándome en mis bolsillos, una nueva experiencia, y en el alma a nuevos
y muy buenos amigos.
¿Cambié? Si.
¿Mi vida cambió? Si.
Y ahora con mucho esfuerzo y
esperanza, sólo espero lo mejor y eso me pone feliz.
Muchas gracias al destino, porque
también en esos días, venían grandes y fantásticos cambios en mi vida.
(Fin)